Apreciado presidente del Gobierno:

Tras la emotiva conmemoración del primer aniversario de los atentados del 11-M, hace dos días se cumplió también el primer año de la victoria electoral del PSOE. Aún siguen vivos en nuestra memoria aquellos días de preguntas sin respuestas coherentes, de indignación y zozobra que precedieron a que el pueblo español expresara su voluntad de cambio en las urnas. Hasta ese momento, estábamos inmersos en un clima hosco, montaraz y maniqueo, donde la disidencia equivalía a heterodoxia y el mundo había quedado dividido en dos partes enfrentadas e irreconciliables. Aunque no hubiese sido más que por el retorno a una atmósfera en que la vida y la política vuelven a conjugarse en términos positivos (no sólo sistemáticamente negativos), de respeto del adversario, de diálogo y de confianza, ya habría merecido la pena el cambio.

El hecho es que ya hace un año que están ustedes en el Gobierno y va llegando la hora de que exista una progresiva concordancia entre las líneas básicas recogidas en su programa electoral y la política concreta de los hechos y las medidas adoptadas durante este primer año de Gobierno. No cabe duda de que usted ha estado dando desde el principio pasos reales y tangibles; por ejemplo, retiró a nuestros soldados de Irak, ha impulsado una conciencia y una inserción más plena en la UE, los inmigrantes cuentan con una puerta más accesible y franca para integrarse plenamente entre nosotros y a determinados colectivos de ciudadanos se les está reconociendo algunos de los derechos básicos que reivindican. No obstante, queda aún un largo trecho por recorrer y numerosos ámbitos que impulsar y mejorar.

Sin embargo, no pocos expresan su inquietud ante ciertos acontecimientos recientes, de difícil comprensión y digestión. Por ejemplo, a raíz de lo sucedido hace unos días en el Parlamento catalán con el presunto cobro institucional de unos porcentajes por la licencia, adjudicación y ejecución de determinadas obras y proyectos, nos preguntamos si tales costumbres quedan circunscritas a unos pocos casos aislados de Cataluña o se realizan también en otras autonomías, y si ello representa sólo la punta de un inmenso iceberg de chanchullos y negocios sucios. Por si fuera poco, tales sospechas se acrecientan ante las declaraciones de algunos empresarios que las confirman e incluso elevan el porcentaje de esas mordidas a cotas importantes. Como usted sabe, lo más grave de este asunto no sólo radica en la comisión de unos posibles actos delictivos, sino sobre todo en la posible quiebra de la credibilidad y fiabilidad de la clase política. De ahí que resulte urgente aclarar cuanto antes cualquier género de dudas y sospechas sobre la financiación de los partidos, el enriquecimiento ilícito de determinados individuos y grupos, y la honradez y veracidad de nuestros dirigentes.

Algunos ciudadanos pueden incluso temer que ante tal situación pudiere adoptarse la decisión de esconder la basura debajo de la alfombra y esperar que el paso del tiempo acalle el problema. Se preguntan también si la falta de celeridad en su aclaración no se deberá a que algunos conocedores del asunto recelan ante la posibilidad de que ello equivaldría a iluminar con una antorcha un enorme polvorín, con consecuencias de gran alcance. Lo cierto es que usted y su Gobierno deberían poner todo su empeño en investigar este asunto, en consonancia con su eslogan de campaña "Merecemos una España mejor" y "Soluciones ahora". Además de ser de justicia, deberían recordar ustedes hasta qué punto se les volvieron en contra durante el anterior gobierno socialista determinados casos de corrupción, pagando muchos justos y todo un proyecto político muy válido por unos cuantos delincuentes. Tras un año, usted y su Gobierno deberían poner un cuidado exquisito en la limpieza democrática de las instituciones, sobre la que se basan la confianza y el apoyo de los ciudadanos.

Por último, permítame aludir a una cuestión que ni González ni Aznar osaron rozar, por intrincada y problemática: los acuerdos entre el Estado español y el Vaticano. Muchos ciudadanos no entendemos por qué la Iglesia católica, por ejemplo, percibe enormes cantidades de dinero, queda exenta del pago de cualquier tributo, disfruta de privilegios excepcionales respecto del resto de la ciudadanía o mantiene la polémica sobre las clases de Religión en la escuela pública invocando ese concordato. Usted ha demostrado en varias ocasiones su valentía y entereza. ¿Hará algo parecido también en este caso?

Saludos cordiales.

*Profesor de Filosofía