Ya llevan unos cuantos días de huelga y nadie se queja, todo paz y amén. Me refiero a las medidas adoptadas por los trabajadores de autobuses entre cuyos cometidos figura el transporte escolar. Como padre de dos zagales en edad de recibir enseñanza que a las ocho de la mañana hace guardia en la correspondiente parada donde recogen a los cachorrillos para llevarlos al colegio, me siento la mar de cabreado. Yo también trabajo y hago de la puntualidad ley; pues bien, estoy llegando tarde, mal y con menos dinero en los bolsillos a mi ocupación cotidiana. ¿Quién me resarce de los inconvenientes generados por lo que sin duda es una reivindicación legítima de quienes al volante se ganan la vida? Como directamente involucrado en este combate entre trabajadores y patronal del transporte de personas, considero que alguien debería terciar para poner a cada uno en su sitio y solventar el conflicto. Seguro que los trabajadores merecen ganar más dinero al mes y los empresarios engordar su cuenta de resultados. La autoridad competente debería actuar y solvente la grave quiebra de quienes pagamos y nos sentimos apaleados sin tener nada que ver en el asunto.

*Profesor de Universidad