El jueves parten de nuevo desde Zaragoza. Van en un avión que aventuro cargado de placas de energía solar, regalos para las familias de los niños y niñas que acogieron en verano y mucha esperanza. Una esperanza irreal porque los datos no invitan a pensar que el fin esté cerca, que volverán-volveremos a casa, que verán-veremos el mar, que serán-seremos ciudadanos libres, que no dará miedo el hambre y que en vez de arena y más arena rodeándonos por todas partes y una historia de 30 años de abandono y traiciones, tendremos por delante un futuro democrático y esperanzador. Esta vez no he ido, y ya me estoy arrepintiendo. Hablo del vuelo del día 24 de marzo a los campos de refugiados saharauis en mitad de la terrible hammada argelina. Donde, para no olvidar, las wilayas o provincias se llaman como las viejas ciudades saharauis ocupadas por el Reino de Marruecos: Smara, Ausserd, Dajla y ElIAaiún. La suma de orgullosas haimas y cabañas de adobe donde la esperanza es cada minuto asaeteada por la amargura, la decepción y el hartazgo. Pero donde seguimos esperando volver. A nuestra casa. Al Sahara Libre. ¿Vamos de verdad a hacer que eso sea así?. Pincha en tu ordenador umdraiga.com. *Periodista