La Semana Santa avanza al ritmo de las procesiones, a través de las cuales se expresa la devoción y también el sentido de la tradición de decenas de miles de aragoneses en Zaragoza capital, en el Bajo Aragón y en otros lugares. El sonar de tambores y bombos describe por sí solo un fenómeno social que combina la religiosidad con las señas identitarias. Es también el reclamo que amarra a nuestras calles a muchas personas que deciden pasar estas vacaciones contemplando desfiles, rompidas y otras manifestaciones... o participando en ellas.

La constante actividad de las cofradías y el notorio incremento de sus miembros dota a las procesiones de una singular y espectacular escenificación. Es evidente que el interés de los aragoneses por estas expresiones de fe y liturgia se ha disparado, aunque en ello jueguen un papel no desdeñable los aspectos que podríamos denominar folclóricos. Parece claro que desde las localidades bajoaragonesas, la pasión por el tambor y el bombo se ha extendido a la capital de la comunidad convertida en una seña de identidad aragonesa. De esta forma, Zaragoza ha entrado también en el circuito de las grandes ciudades españolas que hacen de la Semana Santa un momento especial.