Primeros días de tomar el sol, primeras escenas campestres, hierba, agua, naturaleza no enfundada. Los loros verdes de la orilla del Ebro almuerzan en los cerezos en flor. Ciudad tropical. El verano a trozos. El escalón de las Delicias, once metros de desnivel, nos engañaron en el 99 con lo de soterrar las vías, los expertos locales lo vieron enseguida, cualquiera que pasara por las ese de Bugatti de Iriarte Reinoso se daba cuenta de que el GIF --España-- nos había vuelto a engañar. Cualquiera que pasara por ese desmonte y viera el cajón de los trenes se daba cuenta de que no habían soterrado suficiente en esa zona. España, por ahorrarse unas perrillas en Aragón, hace lo que sea, se esfuerza lo indecible, señor ZP (antes llamado señor Aznar: en estos temas de ahorrar en Aragón, ZP es un clon de Aznar). Ya vivíamos con ese escalón, desnivel, desde los tiempos de la Rudi. Nos conformamos con poco, con un poco de soterramiento, un poco de túnel, un poco de vía única donde deberían ir dos, etc. Ahora ni aparecemos en el plan quinquenal de infraestructuras. Cómo habrá sido la gestión del GIF que hasta tiene que ir cambiando de nombre, siglas, razón de si. Además de los desmanes del presunto AVE, ha ido dejando damnificados por los juzgados, como todos esos pueblos con los caminos rotos. En fin, nos comemos el escalón. Un barrio nuevo, maravilloso, digital, wifi, barrio wimax, tecnológico, caro... y superinclinado. Menuda pendiente para bajar en bici, o en carro de cojinetes, o en tabla rodante. Con ese desnivel se podrá finalizar en la futura Milla Digital alguna etapa de la Vuelta Ciclista, un puerto de segunda, o de primera, según cómo hagan los zigzagzs. Vuelve el aterrazamiento, en plano valle del Ebro. Pasan estas cosas, el ahorro de España, por no pedir con fuerza y constancia lo que hace décadas ya se ha hecho en otras partes, en tantas partes. Ahora tenemos otro triste ejemplo del ahorro de España con el Ministerio de Justicia, que no suelta un euro ni para tampones. Tacaños. La racanería de España con Aragón es ya genética, es una tradición de los burócratas imperiales, desde lo de Lanuza. Lo malo es que la hemos heredado también los propios aragoneses: esta cicatería sistemática de España nos parece de lo más normal. Al menos, a las autoridades. Todavía no ha habido una que le plante cara abiertamente a esta lacra de España.

*Escritor y periodista