Zaragoza ya está en su año. El 2008 de la esperanza de la capital aragonesa acaba de llegar y con él debe de venir también la culminación de numerosos proyectos que le sirvan como auténtica pista de despegue para su consolidación como ciudad grande. Ese es el reto por el que se ha trabajado y en el que se tienen que seguir metiendo muchas horas. Es el año en el que hay que conseguir que la Expo salga bien porque será el escaparate de Zaragoza y de España ante el mundo. Pero además hay que ser capaces de rentabilizar el efecto Expo. O sea, que con las infraestructuras nuevas (que si no hubiera sido por la muestra no se hubieran hecho ni en 25 años), Zaragoza tiene que conseguir entrar en el círculo de prestigio del turismo internacional, debe ser capaz de atraer muchas más cumbres, reuniones, congresos y actos de interés mundial de todo tipo, debe entrar en el mercado cultural de las grandes ciudades y tiene que seguir manteniendo el pulso económico que le está caracterizando en los últimos años. Son mucho más que deseos. Son las consecuencias de una exposición que brinda una oportunidad de oro al territorio y que debe ser una empresa común de la sociedad.