Irlandés, nacido en Gales en 1951, Ken Bruen es, sin duda, una de las más gratas sorpresas aparecidas en el género policíaco en los últimos años. Lleva ya más de veinte títulos, entre los que destacan la serie R & B, sobre las andanzas de los policías londinenses Roberts y Granbt, y las novelas protagonizadas por Jack Taylor, de las que se han traducido al castellano Maderos y La matanza de los gitanos.

Ediciones Pàmies, en su colección Thriller Misterio Noir, acaba de ofrecernos El gran arresto, la primera de las entregas de R & B, del inspector jefe Roberts y del sargento detective Brant.

Dos policías de cuidado, expeiditivos, duros, eficaces, amorales, y muchas veces casi más cerca del delito que de la ley. En El gran arresto, ambos se enfrentarán a la búsqueda y captura de un asesino en serie, El arbitro, que parece sufrir un trastorno bipolar, y que alimenta una sanguinaria obsesión hacia los jugadores ingleses de la selección de críquet. Siendo interesante la trama, plausible el asesino e inteligible el móvil, no es ése el factor de mayor interés en El gran arresto.

Yo destacaría otros dos: el estilo, el clima.

Respecto a la atmósfera, descrita con un vivo realismo, y con un sombrío humor que acaba por corroer las mismas entrañas del oficio policial es, realmente, difícil de superar. Roberts y Brant están vivos en el sentido más literal del término. Lo están en sus actos y en sus reflexiones, en su manera de interrogar y de vivir, de tomar copas en los bares de policías o de dormir las monas con las bocas abiertas y la pistola al alcance de la mano, por lo que pueda pasar (que casi nunca pasará nada bueno).

También sus chicas, sus mujerers, se asoman a esa ventana vital por la que transcurre el torrente sanguíneo del Londres contemporáneo. La mujer del inspector, Fiona, acaba de descubrir los servicios de la prostitución masculina y sin, naturalmente, el conocimiento o permisividad de su marido, buscará en esos vicarios brazos las relajación y el placer que en casa le falta. Mientras, Brant, el brutal sargento, está solo y vive solo en una habitación de cuatro cuartos, en la que se encama con todo aquello que se mueva por las inmediaciones.

Pero R & B son, sobre todo, hombres de acción. El vértigo de su estresante trabajo, reflejado por el estilo seco, elíptico, a menudo impactacte de Bruen, arrastra al lector hacia el desenlace de un libro que se deja leer sin respiro ni pausa, gracias a su inteligente arquitectura y al gancho de sus principales protagonistas.

El magisterio de Mc Bain y su legendaria serie de la Comisaría 87 subyace en todo momento en El gran arresto. De hecho, Bruen rinde un homenaje explícito a quien es, sin duda, su maestro en el género. Para que no haya dudas a ese respecto, el propio Brant tiene en su apartamento todas las series de Mc Bain, en las ediciones originales de Penguin. Cuando su piso sea reventado por unos yonquis, lo que más le dolerá es que los atracadores se hubiese meado en los libros de Mc Bain.

Bruen elabora una creción literaria a base de episodios que estallan, como pompas de jabón, en burbujas de esperpento.

Original y frenético, como su propio autor.

Escritor y periodista