Aragoneses por el mundo (Aragón TV) es uno de los programas más exitosos de la televisión propia, por aquello de que nos puede la curiosidad por las cosas cercanas. Se establece un lazo entre las aventuras de estos compatriotas que han tenido la valentía de asomarse al exterior, con nuestras existencias cotidianas, por lo general ancladas en la rutina.

Vayamos al grano: me asombra un dato que suele ser relevante entre estos emigrantes: muchos son ingenieros. El mundo está poblado de ingenieros maños, los frenos y los aceleradores de las fábricas aeronáuticas de Europa, tienen sello aragonés. Debe ser muy buena la Escuela de Ingenieros de nuestra tierra, porque todos encuentran trabajo.

Esa es la primera observación. La segunda es que solo se van los listos. Y la tercera es que casi ninguno quiere regresar, salvo de vacaciones. Vimos el otro día el programa dedicado a los Alpes suizos y, chico, aquello es un lujo de orden, limpieza y seriedad. Viendo que en esos lares te saltas un semáforo en ámbar y te colocan una multa, casi te entra la risa. ¡Nuestra patria es un país de broma! Aquí no se conoce de nadie que duerma en la trena por conducir sin carnet, sin seguro y sin puntos.

No nos extraña que adoren a nuestros jóvenes emprendedores. Que adoren a estos chicos y chicas que hablan varios idiomas y poseen estudios universitarios. Vayamos con la moraleja: solo despegaremos desde la excelencia, desde un paño profesional especializado y exquisito. Así que surge la pregunta borde: ¿entonces por qué los dejamos marchar?