Si un extraterrestre se pierde mañana en España y echa un ojo a los últimos periódicos llegará sin problemas a la siguiente conclusión: Mariano Rajoy es el actual jefe del Gobierno y Alfredo Pérez Rubalcaba acaba de debutar en política. El primero vive acomodado en la poltrona de la arrogancia, convencido del apoyo de sus súbditos, y el segundo se mueve, al menos de cara a la galería, con el nervio y la ilusión de un becario al que se le acumulan las propuestas en la boca.

En un llamativo juego de papeles cambiados, uno ya se siente presidente y se limita a contar los días que faltan para su proclamación, al tiempo que esconde su auténtico ideario --si es que lo tiene--; mientras el otro echa mano de la mejor oratoria para tratar de convencer al pueblo de que aún se pueden recuperar los valores de la izquierda.

Tras la presentación de credenciales del pasado sábado, el problema principal de Rubalcaba ya no es solo enfrentarse a la acusación del y-por-qué-no-lo-ha-hecho-antes, teniendo en cuenta su crucial peso en el actual Ejecutivo y su ascendencia indiscutible en el socialismo español; ni tampoco aguantar los ataques de los estilistas de la derechona mediática, a los que ya se les ha ido la pinza del todo, y eso que todavía no hay fecha para las elecciones.

El verdadero hándicap del candidato del PSOE estriba en la agonía de la socialdemocracia, no solo en España y no solo por culpa de la interminable crisis. Han sido demasiados años en los que la izquierda moderada europea ha olvidado (quizá traicionado) los ahora añorados "valores progresistas", permitiendo la explosión de lo que muchos han definido como social-liberalismo, a la postre un juguete roto en manos del poder económico.

Hace falta más que palabras para combatir la dictadura del entramado financiero, cuyo dominio ha provocado que la distinción entre derecha e izquierda quede reducida a una simple acepción topográfica (como ocurrió en su origen: en la Asamblea Nacional francesa de 1789 la nobleza se sentaba a la derecha del rey y el Tercer Estado a su izquierda). Discursos al margen, el panorama es desolador y Rubalcaba necesitará mucha ayuda para girar a la izquierda en una curva que ahora mismo no existe. Los mercados se la han llevado. Periodista