Hoy es 18 de julio. Día memorable para todos los españoles. Para unos pocos, la mayoría fallecidos, es una fecha nostálgica. Para los más, es una fecha aborrecible. Tal día como hoy hace 75 años, un general bajito, y gallego por más señas, sublevó a parte del Ejército contra su propio pueblo y armó la de San Quintín.

Los detalles son de todos conocidos, y no se me ocurre nada nuevo que decir al respecto en estas cuartillas. Pero viene bien el asunto para hablar de otras guerras civiles que se libran a diario en los hogares españoles. Me refiero a la guerra por la supremacía entre la esposa y el marido.

Muchos varones hemos crecido en el engaño de que somos el sexo fuerte. Lo seremos para llevar maletas o acarrear arena, pero para poco más. Las fuertes son ellas, pero como no somos conscientes de ello, algunos incautos varones insistimos en plantar batalla y de ahí se origina la guerra civil de cada día.

Uno de los pocos recuerdos gratos que retengo de mi paso por el colegio de los Jesuitas es un excelente profesor de Matemáticas, Emiliano Gurpegui Ibáñez, del que aprendí muchas más cosas que fórmulas y números.

Tras casi cuatro décadas de distancia, me crucé con él en la calle, hace unos pocos años, y tras una grata conversación por el feliz reencuentro, y al saber que estaba casado, me hizo una pregunta a bocajarro: "Dime una cosa: ¿en tu casa quien manda?". Yo respondí sin pensarlo dos veces: "¡Don Emiliano, en mi casa mando yo!". A lo que él respondió riendo: "Pobre Jesús, no has aprendido nada".

Esa lección del viejo profesor me viene a la memoria cada vez que leo en los periódicos la noticia sobre la última víctima de la violencia de género. Las pobres esposas que fallecen en manos de sus parejas son una muestra de que el varón se resiste a admitir su situación de debilidad, y fruto de la cólera que le produce el atisbo de su impotencia asesta un golpe mortal a su pareja que casi a continuación reproduce sobre sí mismo llevándole con frecuencia al suicidio.

Esa continua guerra civil en los hogares es consecuencia de una inadaptación del varón a su nuevo rol secundario. Aunque el diccionario de la Lengua no lo recoge, en el lenguaje coloquial se denomina "manso" al esposo que sigue dócilmente las instrucciones de su esposa. Entre los amigotes es uno de los peores insultos que te pueden propinar.

Dice mi mujer, porque le conviene, que los mansos llevan una vida mucho más sosegada, y que en los matrimonios donde se acepta el predominio de la hembra reina una armonía sin par. Incluso parece haber algún estudio médico que refleja que los maridos cautivos son más longevos.

Nos guste o no a los varones, el viento sopla fuerte en las velas de las hembras. No hace falta desgranar estadísticas sobre su presencia creciente en las universidades, la administración, la judicatura, los parlamentos, los gobiernos, etc. Para bien o para mal ellas mandan , y de que manera.

DESPUÉS DE Churchill y Stalin no ha habido en Europa dos estadistas con más talla que Thatcher y Merkel. A la primera incluso le han hecho una película que se va a estrenar pronto. Por lo que respecta a la señora de Clinton, no hay más que verle hablar y gesticular para darse cuenta de que manda más que Obama.

Así las cosas lo más inteligente es aceptar la realidad, darnos por vencidos, reconocer su supremacía y esperar de las esposas que sean cariñosas con nosotros. Si se mira bien es más conveniente. Para empezar se reducen mucho los conflictos, cuando las cosas van mal, (que antes o después ocurre) ya sabemos a quién hay que echarle las culpas, y es más fácil obedecer que mandar.

A lo mejor lo que subyace en tanta crisis de pareja es un mero reconocimiento de una superioridad que la mayoría de ellas, por sus especiales características genéticas y por carencia de testosterona, no están dispuestas a ejercer. Por eso no hace falta armar un 18 de julio cada día.

Después de todo, como acabamos de ver en los encierros de San Fermín, los mansos tienen un aspecto imponente, relajado, dominante. Y son, a fin de cuentas, los que guían la manada de los toros supuestamente bravos.

Abogado y periodistajesusbueno@reicaz.com