Uno de los temas que van a martillear a la nueva presidenta de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, es una herencia envenenada del anterior equipo. Ahí están con todo su esplendor, los bienes de la Franja. Marcelino Iglesias fue incapaz de lograr absolutamente nada positivo en este asunto que ya nos toca demasiado las pelotas a los aragoneses.

Acaba de declarar el nuevo consejero de cultura de la Generalitat que hay que hablar. Que los pueblos se entienden desde el diálogo. Pero de paso, por si teníamos alguna duda, que sepamos que las arquetas y las vírgenes son de ellos. ¿Ah, pero los tribunales no habían sentenciado que son propiedad de la iglesia aragonesa? Sí, pero si todo un Parlamento vota que un bien es propiedad suyo, es que es suyo.

Miren, los aragoneses creo que nunca confiamos en que estos tesoros regresen a nuestros pueblos. El enemigo es demasiado poderoso. Pleitear con Cataluña nos lleva ipsofactamente a la derrota. Lo supo siempre Marcelino y lo entenderá en un par de meses Luisa Fernanda. Dado que el asunto es tan incómodo, ni gobiernos ni iglesias quieren meterse en ese barro.

El tema no es trascendental, no sirve para darnos de comer, pero supone una derrota moral que se acumula a tantas que hemos recibido los aragoneses. Todos miran hacia otro lado. Los catalanes nunca devolverán ese tesoro y los aragoneses no disponemos de fuerza suficiente (votos) para ponernos tercos. Así que convendría no disimular: si no hay nada que hacer que se diga y a otra cosa. Pero que no nos engañen años y años.