Un amigo dice que un delantero centro nato siempre bordea el fuera de juego. Se arriesga a que el árbitro le señale la infracción a cambio de situarse en una posición ventajosa. También sostiene que, en otro plano, lo mismo ocurre con los verdaderos empresarios. En su afán por ganar cuota de mercado, por innovar, suelen maniobrar al límite de la legalidad, sea esta fiscal, mercantil o de cualquier otro tipo, y de la ética profesional. Una interpretación restrictiva de la normativa y los usos vigentes inhibe iniciativas reasignadoras de recursos, función que define a un empresario, tal como explicó Schumpeter. Nadie duda de que Murdoch, el magnate de la comunicación, tiene una gran capacidad empresarial. Nació en Australia en una familia editora de dos modestos periódicos locales, y ha extendido su imperio por todos los continentes. Su fulgurante carrera no está exenta de polémicas. Primero por el sesgo fuertemente conservador que impone a todo medio que cae en sus manos. Pero además por la osadía que exige a la política comunicativa de sus colaboradores que, como se ha visto con News of the World, raya con la deontología del periodismo y quizá con alguna disposición legal sobre el derecho a la intimidad. Pero Murdoch no se inmuta. Acusado de recurrir a cualquier treta con tal de ganar audiencia, solo ha dicho: yo no busco cuota de mercado, yo hago el mercado. Pero esta vez el árbitro ha considerado que se había excedido y le ha sancionado un clamoroso fuera de juego negándole el control de BSkyB.

Catedrático de universidad