La colaboración entre lo público y lo privado para abrir equipamientos construidos cuando no hay presupuesto para dotarlos de contenido es más una necesidad que una moda. Limitados en su endeudamiento, los ayuntamientos tiran de convenios con empresas y asociaciones para poder mantener un mínimo calendario de actividades. Es el ejemplo de lo que ocurrirá en Zaragoza con el Centro Cultural Las Armas y con el Cuartel de Pontoneros como residencia para estudiantes, según anunció ayer el concejal de Cultura, Jerónimo Blasco. La prestación de servicios a través de acuerdos parece una de las pocas salidas tras años de creación desaforada de espacios públicos. Tiene más sentido hacerlo con estos equipamientos que en sectores más sensibles como la sanidad y educación, donde las privatizaciones encierran riesgos mucho mayores.