Algunos lectores me han escrito preocupados por mi exceso de ironía, cuando hablé del problema enquistado de los bienes de la franja, que como todos sabemos pertenecen a Aragón. Lo titulé Los bienes catalanes, porque eso es lo que afirman en Cataluña.

Es un asunto que me tiene agotado, años y años de contemplar el desprecio a las leyes y a los pueblos. Todos aquí sabemos que si la Iglesia hubiera determinado que Cataluña era la propietaria legal de estos tesoros, el asunto ya estaría resuelto. Lo malo es cuando un pobre tiene razón: se convierte en un problema tan incómodo que nadie encuentra la solución.

Yo me he topado en algunos viajes con los efectos expansivos de la onda catalana. Se lo voy a explicar con un par de ejemplos para que lo entiendan; visitando el monasterio de Poblet, en Tarragona, recinto donde están enterrados algunos reyes de Aragón, el monje que nos hizo de guía indicó que esos reyes pertenecían a la corona "catalano-aragonesa". Me sobresalté, interrumpí su explicación pública y le señalé que de "catalano-aragonesa", nada. "Tiene razón", se disculpó el monje con cierto rubor.

Otra más; me sucedió en Viso del Marqués, pueblo de Ciudad Real, donde se levanta un palacio con frescos de ciudades del Mediterráneo, como Nápoles. El guía volvió a ubicarlo en la corona "catalano-aragonesa" hasta que volví a llamarle la atención. También rectificó. ¿Lo ven? En eso consiste la propaganda. Eso es reescribir la historia. ¿Cómo no van a pensar que los bienes son suyos?