El inicio de las restricciones al tráfico impuestas por las obras de la segunda fase del tranvía Norte-Sur provocó al inicio de la mañana de ayer un monumental atasco en el centro de Zaragoza. La confluencia de numerosas líneas de autobús colapsó el espacio que circunda la plaza de Paraíso en todas las direcciones.

Está claro que, una vez más, el dispositivo municipal quedó desbordado. Muchos conductores y peatones no estaban bien informados de desvíos y pasos. La desesperación de unos y otros se hacía patente y era perfectamente lógica, pues desplazamientos que habitualmente no llevan más allá de media hora ayer triplicaron su duración.

Las quejas de los zaragozanos están justificadas. Es probable que el desvío de los autobuses no estuviera bien planificado; en todo caso unas obras como las que ahora se inician siempre tendrán un fuerte impacto sobre la circulación. Hay que esperar, no obstante, que poco a poco los zaragozanos se adapten a la situación como ya ocurrió con la primera fase. Por otro lado estos trabajos tienen como objetivo mejorar la movilidad y la calidad de vida de todos los vecinos de la capital.