Cuando todo estaba preparado para que se declarara culpable en el caso de los trajes, regalados por la trama Gürtel a varias autoridades valencianas, Francisco Camps sorprendió a todos al anunciar su dimisión como presidente de la Comunidad Valenciana. Todo indica que la negativa de Ricardo Costa, el exsecretario general del PP valenciano, a adoptar esa vía, ante el peligro que representaba para el otro sumario en el que está implicado sobre financiación ilegal del partido, precipitó la decisión de Camps. Sin embargo, otros dos procesados ya se habían confesado culpables, con lo cual se celebrará en otoño un juicio en el que habrá cuatro acusados, dos que se proclaman inocentes y dos que se declaran culpables por el mismo delito. Camps logra con su dimisión quitar presión al PP, pero el intento de que el jurado crea en su inocencia queda desde ahora seriamente comprometido.

SACRIFICIO PERSONAL //

Camps presentó su renuncia como un sacrificio personal, que sin duda lo es, pero, en coherencia con la actitud prepotente y perdonavidas que ha caracterizado toda su actuación en el proceso, se arrogó prácticamente la capacidad de decidir con su dimisión el resultado de las elecciones generales. No de otra forma cabe interpretar la frase de que renuncia para que Mariano Rajoy sea el próximo presidente del Gobierno de España. Lo dijo en una comparecencia patética, en la que reiteró su inocencia entre sonrisas y acusó al PSOE de haber montado una operación contra él y contra el PP, olvidando que lo sustancial es que un juez, tras una instrucción con todas las garantías, ha decidido sentarle en el banquillo por aceptar regalos --cohecho pasivo impropio-- de una trama que buscaba con ello beneficios.

Tras cinco días sin decir palabra, Rajoy hizo público ayer un comunicado en el que defiende la honorabilidad de Camps, le declara su amistad y califica la dimisión de ejemplar, responsable y generosa. El líder del PP dijo hace tiempo que nadie se corrompe por tres trajes, pero un caso que fue siempre minimizado por el Partido Popular ha acabado nada menos que con la dimisión del presidente valenciano, que no hace ni dos meses se sometió a votación con el beneplácito de todos. Al sucesor, el hasta ahora alcalde de Castellón, Alberto Fabra, le tocará reconstruir lo que el caso Gürtel y el empecinamiento de Camps han destruido.