El panorama en la izquierda anda tremendamente agitado. Paralelamente a los procesos de movilización social del 15-M, se han venido dando diferentes movimientos en los que predomina el anhelo de un proceso de convergencia de gentes de izquierda para hacer frente a la profunda crisis que nos asola. Hartos de la complicidad de la clase política dirigente, la de los que en alguna ocasión hemos calificado como los montatanto (PP, PSOE, CiU, PNV, UPyD, PAR, CC), solo atentos a sus intereses de partido y sumisos a los chantajes del mercado, las iniciativas y los llamamientos para configurar un frente de izquierdas ante la crisis se han multiplicado. Tanto las mesas para la convergencia, que nacieron a principio del año 2011, como recientes manifiestos de notables de diferente procedencia, propugnan la necesidad de que la izquierda real de este país se rearme políticamente para ocupar el espacio social e institucional que le corresponde.

CASTIGADA POR UNA Ley Electoral diseñada para favorecer el bipartidismo y a las opciones nacionalistas sistémicas, ésas que siempre encuentran argumentos para pactar con el PP o con el PSOE según corresponda, como acabamos de constatar en Aragón, la base social de la izquierda comienza a hacerse consciente de que solo un proceso de convergencia, de suma de fuerzas, hará posible su influencia política. Quizá esa conciencia todavía no ha alcanzado como debiera a las organizaciones políticas de la izquierda, que aun siguen jugando, en algunos casos, a ese peligrosísimo juego de la escisión de la escisión, que tan arraigado está en nuestra práctica política.

Creo que somos muchos y muchas los que estamos cansados de esas dinámicas. Sin eludir la parte de responsabilidad personal que hayamos podido tener en las mismas, pensamos que son tiempos de nuevas estrategias y nuevas prácticas. Si por algo es interesante la movilización del 15-M es porque nos hizo recordar a muchos que son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. Especialmente en un momento de crisis y debilidad como el que estamos viviendo.

Por ello, en Aragón, siguiendo un proceso que se está dando en el conjunto del país, hemos constituido las mesas de convergencia, que ya tienen presencia en diferentes localidades de nuestra comunidad. Nuestra ilusión y empeño: promover un proceso de confluencia de fuerzas políticas y sociales de la izquierda real que pudiera desembocar en un bloque social antagonista y antineoliberal con presencia en la calle y en las instituciones. Desde las mesas, vemos con interés los movimientos y llamamientos que se están produciendo en la izquierda real y pensamos que es un momento para la generosidad y la inteligencia. Una generosidad que ponga los objetivos políticos y sociales por encima de los estrechos intereses de partidos u organizaciones concretas; una inteligencia que nos permita crecer para ganar influencia social e institucional. Desde esta última perspectiva, la institucional, pensamos que las ya cercanas elecciones generales no pueden ser abordadas en Aragón desde la incertidumbre de si la izquierda real alcanzará representación en Madrid. Urge un proceso de diálogo entre organizaciones políticas (Chunta, Izquierda Unida, Izquierda Anticapitalista y otras) y colectivos sociales para abordar la cita con garantías de éxito. Ese será uno de los empeños de las mesas de convergencia a la vuelta del verano.

Pero no se trata solo de la cuestión institucional. Si para algo ha servido la movilización generada en torno a la reivindicación de democracia real es para que nos demos cuenta de que podemos salir a la calle, debatir, hacer política, en suma. Que la política no es coto privado de unos profesionales que la prostituyen y la convierten en un juego irritante, vacío. Que la política debe empezar por la participación de la ciudadanía, por su implicación cotidiana en los asuntos comunes. Que la política debe ir de abajo a arriba, de la calle a las instituciones, pues las instituciones deben ser reflejo de la calle, no de los mercados.

Desde esa certeza es desde la que creemos que uno de los mayores defectos de esta democracia formal que vivimos es que se ha dejado la política en manos de los políticos, cuando la política es cosa de todos y todas. Y con esa certeza, queremos ser sujetos activos, que propongan, actúen, incidan, y no dejen en manos exclusivas de los partidos, nisiquiera de aquellos que sentimos cercanos, la toma de decisiones.

DESDE MESAS DE convergencia entendemos que es posible la elaboración de una plataforma programática que articule a la izquierda plural de nuestra comunidad, que le permita salir a la calle a alzar su voz y afrontar con decisión los procesos electorales. Son tantas las agresiones sufridas, y las por venir, que por ellas mismas ya podrían configurar la argumentación para una propuesta política alternativa. Por ello, animamos a los ciudadadanos y ciudadanas de la izquierda a sentir como propia la responsabilidad de este proceso de convergencia. Pensamos que la gravedad del momento político exige la implicación de todos y todas en ese proceso unitario que tanto anhelamos.

Mesas para la Convergencia