La cumbre extraordinaria de jefes de Gobierno de la eurozona celebrada ayer en Bruselas ha dado mejores resultados de lo que todo el mundo temía, y así lo reflejaron los mercados ayer mismo en cuanto supieron por dónde iban los preacuerdos de los mandatarios. El bono español redujo su diferencial con el alemán a 285 puntos desde los 320 a que cerró la víspera, el Ibex ganó casi el 3% y el euro superó los 1,44 dólares.

Lo que saludaron los mercados no es que se hubieran encontrado las fórmulas para acabar con los problemas, sino que por fin había una buena noticia, una señal de la voluntad política de ayudar a Grecia con un segundo plan de rescate razonable que dé estabilidad a la deuda y la bolsa.

No son medidas espectaculares, han sido consensuadas tras mil equilibrios y tratan de tapar la vía de agua actual. Son un apaño, pero también un paso adelante. Las líneas generales del nuevo plan pasan por convertir las obligaciones de pago de Grecia en una carga que sea algo más sostenible para su economía, lo que supone el reconocimiento implícito de que la presión sobre Atenas de las duras condiciones de su deuda conducía a la suspensión de pagos. Por eso el acuerdo incluye la ampliación de los plazos para devolver los préstamos de la Unión Europea, así como la reducción de su precio. También prevé que los bancos y las aseguradoras que en su día compraron bonos griegos que estén próximos a vencer puedan canjearlos o renovarlos por otros a 30 años.

Esta última medida supone que las agencias de calificación podrían rebajar las notas de las entidades que tomen esas medidas, que en definitiva significan perder parte de los ingresos previstos. Por eso, el fondo de rescate europeo, que está dotado con 750.000 millones de euros, ha sido autorizado a conceder créditos y a recapitalizar a los bancos que puedan encontrarse con dificultades. Pero sobre todo a relevar al Banco Central Europeo (BCE) en la compra de deuda en el mercado secundario para aliviar la tensión sobre algunos activos.

La cancillera alemana, Angela Merkel, ha conseguido que los bancos participen en la solución, como quería, pero a la vez ha dado el sí a las aportaciones de los estados, sobre todo el alemán. Y se ha comprometido, como tambiénha hecho el presidente francés, Nicolas Sarkozy, a dar un gran paso en la gobernanza europea antes de que acabe el mes de agosto.