Aunque estemos en verano, de vacaciones, o con el acelerador a medio gas hay cosas que llaman la atención y dejan atónitas a las gentes de bien (hago esta disgresión porque las personas que no se quieren enterar de nada dicen ser felices en estado de ignorancia programada). No las envidio porque está claro que no pertenezco a ese grupo. El otro día viendo el telediario pudimos escuchar el frívolo debate sobre la necesidad de llevar corbata aún en verano en la Cámara Baja, y a nuestros diputados razonar a favor del cuello descubierto con vello varonil asomando intrigado al exterior o apretado en nudo representativo. Una noticia "amable", como se suele llamar en el argot periodístico. La información anterior mostraba la tristeza de una familia que había perdido su casa y era echada a la calle por las fuerzas de orden ante la impotencia de los solidarios jóvenes del movimiento 15-M que, en esta ocasión, no pudieron impedirlo.

Nada que objetar hasta aquí, pero como ciudadana, y amante de la política en su más alto significado, me gustaría que en el Congreso se debatiera sobre los desahucios y no sobre las corbatas. Cansa ya que en el Parlamento español (¡no digamos en los autonómicos!) no se discutan, no se estudien y no se cambien las leyes o las normas que permiten a los bancos este atropello a mano armada. Es tremendo que pierdas tu casa y tengas que seguir pagando al banco la deuda que genera esa propia vivienda a la que nunca volverás. Creo que en otros países la cosa funciona de otra manera, de forma algo más humanizada para el más débil. Pero en España a la banca no solo se la protege con financiación pública sino que se huye de cualquier intento de regularizar sus mecanismos de usura descontrolada. Rubalcaba lo anuncia pero no lo hace. Mientras tanto, el sistema perverso se alimenta de nuestros ahorros, nóminas, créditos y comisiones indecentes.

LOS QUE SE VAN a ir de vacaciones bien tranquilos y sin corbata son algunos de nuestros políticos locales que antes se han asegurado un retiro dorado por si las moscas. Es el caso del secretario de Organización del PSOE, Marcelino Iglesias, que estrena puesto en el Senado, o de Gustavo Alcalde (PP), que repite una tercera legislatura como senador autonómico. Incluso los que han servido al entramado del poder desde lugares más discretos pero de indudable influencia se buscan puestos bien remunerados a la sombra de las comarcas. Caso de Pascual Antillach, el que fuera jefe de gabinete del presidente de la DGA durante doce años, que hace unos días tomó posesión como consejero de la comarca de La Litera. Las comarcas seguirán siendo el gran paraguas en el que se cobija el PAR como mecanismo de supervivencia. Una administración totalmente prescindible en tiempos de arcas vacías pero que reparte sustanciosos sueldos a políticos venidos a menos y donde hay tortas para conseguir un puesto; tanto en el PP como en el PSOE como en el PAR.Periodista y escritora