Cuando el jueves pasado los jefes de Gobierno del Eurogrupo dieron el visto bueno al segundo plan de rescate de Grecia sabían el riesgo que se corría. Los bancos y las aseguradoras con deuda griega en sus manos también contribuían, lo que suponía una merma de sus ingresos. Por tanto, la posibilidad de que las agencias de calificación les bajaran la nota estaba clara. Justamente por esa razón se resistía tanto el BCE. Los hechos han confirmado los temores. Primero fue Fitch y luego Moody´s. Ambas rebajan la calidad de la deuda griega, y la segunda anuncia una próxima revisión de los bancos locales, grandes tenedores de bonos del país. Desde el punto de vista de la agencia, los inversores privados perderán más del 20% tras el acuerdo de la semana pasada, aunque reconoce que ayudará al país a equilibrar su deuda. Objetivamente, no ha pasado nada que no se supiera. En todo caso, donde crece la incertidumbre es al otro lado del Atlántico, hasta el punto de que el FMI ha advertido a EEUU de las graves consecuencias mundiales de una rebaja en la calificación de sus emisiones. En ese panorama de nervios, los más perjudicados, los bonos italianos y los españoles.