Te puede suceder que estés ante la tele y de golpe veas algo que te haga dudar. Que incluso pienses que te has pasado con la dosis de vino. Me ha sucedido varias veces. En Antena 3, sobre todo. Te ofrece las noticias y el locutor de turno cambia el registro. Ayer, por ejemplo, el presentador de la sección de deportes reclama la atención de una compañera a través de la pantalla; la chica está calculando no sé qué. Tú te mosqueas porque supones que te van a anunciar un nuevo fichaje de un equipo. ¡No! Te están colando un anuncio de una bebida, así, por el morro, sin cambiar de tono. He visto a la chica del tiempo, con la marcha que se dan ahora para presentarnos las isobaras, pegar un volantazo a las noticias y ofrecernos un cepillo dental eléctrico.

¿Entienden mi desconcierto? El mío y el de tantos espectadores. Les cuento que hace unos años, bastantes, regía una norma donde estaba prohibido que un presentador anunciase productos comerciales. ¡Incluso en formato de spot publicitario! El propio Matías Prats rechazó algún ofrecimiento muy goloso, por no ajustarse a las normas. Y recuerdo un bombazo: la fallecida Encarna Sánchez, de la COPE, realizó un programa de televisión, y causó sensación el que anunciase, botella en mano, un aceite andaluz. ¡Se formó un gran escándalo! Quiero decir que es cierto que no se puede mezclar información con publicidad. ¿Cómo creer a un periodista que de golpe te recomienda un colchón de látex? ¿Es eso serio? Las normas se dilatan como el colchón y no sabes si vives una pesadilla.