El mercado de pescados de Bergen está copado por los inmigrantes. Pero no inquietan a los nacionalistas noruegos, pues son jóvenes erasmus que venden a gritos "salmón de Jabugo" o "pata negra", una ocurrencia de los españoles que verano tras verano vuelven al país de acogida universitaria a ganar un buen dinero. Los inmigrantes que inquietan son los que copan el barrio osloense de Groruddalen, convertido en un gueto musulmán después de que 20.000 noruegos lo hayan abandonado en los dos últimos años. Los profesores de guarderías y escuelas se quejan de la presión que ejercen los nuevos habitantes, muy reacios a integrarse. De cómo los niños esconden el bocadillo para que lo fiscalicen los padres, y como estos rechazan el salami de arce en la creencia de que es de cerdo. Los osloenses que han abandonado Groruddalen dicen que sus hijas estaban tan atemorizadas que querían teñir de negro sus hermosas cabelleras albinas. El noruego es uno de los nacionalismos más petrificados desde que recuperaron el país en 1624 tras la Noche de los 400 años, espacio en el que el país perteneció a Dinamarca y fue permanentemente saqueado y atacado. Después, Ibsen y Grieg escribieron y musicaron Peer Gynt, la mejor obra de su patrimonio cultural. El protagonista, un joven noruego con pocos escrúpulos, acaba desterrado en un país árabe donde hará una gran fortuna gracias a la trata de esclavos. Un jeque le engañará, le robará todo y tendrá que volver a Oslo. Esa historia pesa mucho en un país en el que los pasteles están rematados con la bandera. Periodista