Creo que fue la añeja Codorniz (revista de humor de los años 60) la que tituló ante un campeonato de natación, con esta ironía: "Gran éxito de la natación española: no se ahogó nadie". Ahora que se están celebrando los campeonatos del mundo en Shangai, me temo que podríamos seguir utilizando este sarcasmo. El español flota mal. Somos una potencia, es cierto, en water polo, y lo somos en esas florituras preciosas de la sincronizada, pero a la hora de acelerar, no tenemos mucho punch.

Hubo un aragonés a medias, que fue Martín López Zubero (y su hermano David), que desde la disciplina americana y la constancia maña, logró ser campeón del mundo. Un chaval con unos hombros como espuertas, con un cuerpo como un bombero, y sobre todo, con una piscina a la puerta de casa.

Veo todo esto en la tele y me encanta. Los aragoneses tenemos una querencia por el mar que fue nuestro, que no se nos va. Y así nos lleva Aragón TV a las playas de Cambrils y Salou y se nota que los pocos catalanes que por allí andan, se ven como cohibidos, como un poco asustados ante la abrumadora presencia maña.

Nos va el agua... hasta la rodilla. Y no piensen que me olvido de la mujer que más gloria nos ha proporcionado por el mundo en el líquido elemento, como decían los clásicos y finolis: Teresa Perales, aburrida de ganar medallas. Pero fuera de ahí, el agua es para los peces y para lavar la ensalada. Ahora que llega por fin el calorcillo, qué bonitos son los saltos de trampolín.