La principal incógnita política se desveló ayer: las elecciones generales serán el 20 de noviembre, cuatro meses antes del final de la legislatura. La razón principal aducida por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, "proyectar certidumbre política y económica", merece escaso análisis porque es la misma que hasta hace unos días utilizaba en su intento de agotar la legislatura. Los motivos verdaderos han de ser otros. Es probable que decidiera el adelanto tras la reflexión de que el severo batacazo del 22-M hacía imposible prolongar la agonía. Eso y el deseo del candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, de anticipar las elecciones ante la perspectiva de que la situación económica no iba a mejorar, explican la decisión de Zapatero, quien se ahorra así, además, otro calvario negociador con el PNV para aprobar unos presupuestos que CiU ya había dicho que no votaría y que ahora se prorrogarán. Lo importante era adelantar las elecciones y fijar un calendario pactado con el PP. Zapatero cumple con lo primero, de lo que nos felicitamos, sin lograr lo segundo, aunque un acuerdo con Mariano Rajoy era seguramente imposible. Zapatero justificó la fecha tardía del 20-N en la necesidad de completar reformas en marcha y anunció para agosto decisiones para reducir el déficit público, pero no está claro si habrá tiempo para culminar la reforma de la negociación colectiva. Ayer no abandonó su inveterado optimismo: aseguró que las bases de la recuperación económica están puestas y citó los 150.000 empleos creados en el segundo trimestre del año. Pero esto significa que el paro ha bajado solo cuatro décimas y el empleo sigue siendo precario, sin que la reforma laboral se haya notado en positivo. A la vez, sube el euríbor, la prima de riesgo llega a los 354 puntos, el Ibex cae y Moody´s anuncia que puede revisar a la baja la calificación de la deuda, y la de cinco bancos y siete comunidades. A otras seis ya les rebajó ayer un escalón. Rajoy aprovechó los datos negativos para criticar el optimismo presidencial. Ofreció un gobierno centrista y dialogante para no asustar al votante moderado, pero sabe que el cambio político por sí mismo no basta para enderezar la economía. Por eso no desveló nada de su programa y solo prometió que no habrá recortes sociales. Pero es hora ya de explicar sus propuestas. Rubalcaba, que repitió ayer los ejes básicos de su programa, con especial énfasis en la igualdad de oportunidades, debe comenzar también a concretar su programa.