En pleno verano, durante la segunda quincena de julio, mientras muchos ciudadanos nos encontramos de vacaciones en la playa, la montaña o de fiestas por alguno de nuestros pueblos, la violencia machista nos vuelve a golpear cobrándose su víctima número 34.

34 es la cifra; 34 son las mujeres asesinadas por sus parejas en lo que va de año, y mientras, los informativos no paran de abrir sus cabeceras con reuniones entre Merkel y Sarkozy, con cumbres de los jefes de Estado de la eurozona, con caídas de las bolsas, subidas de las primas de riesgo, crisis griega, Camps, Rajoy o Rubalcaba, cuando no sale el iluminado de Rosell a lanzar sus soflamas CEOEistas.

La noticia de la joven de 19 años asesinada por su novio de 20 no abre las noticias; ocupa el quinto o sexto lugar de los informativos, como si no tuviera una importancia real. Dan más importancia a las fluctuaciones especulativas y financieras que a una cruel, vergonzosa y sangrienta realidad: la violencia machista.

Eso sí, la noticia sirve para llenar de contenido los programas matinales de entretenimiento, morbo y cotilleo.

La violencia machista no tiene tregua, continua su ascendente camino. Al ritmo que vamos, terminaremos el año con cerca de las 80 víctimas mortales, como en los tiempos más duros del terrorismo etarra, solo que entonces los diferentes gobiernos tomaron mediadas excepcionales (ley antiterrorista, alejamiento de presos de sus lugares de origen, cumplimiento de integro de las penas, mando único para la lucha antiterrorista, etc.).

¿Y no es este otro tipo de terrorismo? Terrorismo machista.

Terrorismo machista sí, al fin y al cabo los medios y las formas son las mismas: los agresores aplican el terror mediante la violencia extrema para imponer su voluntad sobre la de sus víctimas.

¿Entonces, por qué no aplicar políticas similares a las que en su tiempo aplicamos contra el terrorismo?. Pero no, parece ser que políticamente esas víctimas no nos hacen daño, no nos mueven la poltrona, es más importante Camps, el caso Gurtel, el Faisán.

Mientras que a nuestro lado muchas mujeres están siendo asesinadas, aún no he oído a ninguno de nuestros ¿líderes? políticos hablar sobre este tipo de terrorismo, ni mucho menos presentar propuestas o medias concretas y excepcionales para erradicarlo.

El terrorismo machista es un vergonzoso cáncer social cuyas víctimas no solo son las mujeres, sus víctimas somos toda la sociedad en general.

Los asesinatos machistas son un ataque directo contra los derechos humanos y la libertad individual de las personas.

Al terrorismo machista debemos combatirlos con toda determinación y decisión; aplicando políticas excepcionales y colocando su erradicación como objetivo prioritario del Ministerio del Interior y el Gobierno.

Sindicalista