El Gobierno recién confeccionado por Luisa Fernanda Rudi ha comenzado su andadura tarde y mal. En pocos días, se ha puesto en evidencia que el pacto PP-PAR es un pacto de recolocación, que no existe una línea transversal que permita poder confiar en una estructura diseñada. Pero es que tampoco ha habido acierto en el nombramiento de las cabezas visibles.

Desde el 22 de mayo estábamos esperando conocer al equipo salvador de Rudi. No había tiempo que perder, pero el Gobierno se constituyó tarde y tardó todavía más en llenar el organigrama de los departamentos encajando las exigencias del PP con las fichas movidas por el PAR: el resultado es un recosido imperfecto de trozos dispares y, en algunos casos, absolutamente inadecuados que ha levantado voces de protesta. Podíamos citar unos cuantos históricos del PAR, históricamente asociados a fracasos de gestión en varios gobiernos de distinto signo político que nos han costado millones de euros (¿se acuerdan del Teatro Fleta?), pero tiempo habrá de hablar de todo. Hoy vamos a hablar de la gestión cultural en el nuevo Gobierno, que ha sido encomendada a Humberto Vadillo.

Y, ¿qué credibilidad puede tener Humberto Vadillo como director general de Cultura? Un "experto en cultura" según algunos medios ultraconservadores que es un perfecto desconocido en los ámbitos culturales aragoneses y que se ha hecho famoso no por su actividad cultural, sino por las opiniones que ha estado vertiendo en los últimos años en medios digitales.

A muchas personas les sorprendió que Vadillo cerrara su ventana digital tras recibir el nombramiento, y así lo recogió un sagaz periodista en las páginas de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, pero es que Vadillo no se ha mordido la lengua ni para la crítica ni para el insulto directo y, en esta nueva etapa debió de parecer más apropiado y políticamente correcto borrar cualquier testimonio de sus pasadas ocupaciones.

Humberto Vadillo ha faltado públicamente al respeto a los miles de ciudadanos y ciudadanas aragoneses que hablan aragonés o catalán. Se lo ha faltado también a grupos artísticos que han trabajado con profesionalidad para ganarse un innegable reconocimiento nacional e internacional. Y en general, se lo ha faltado a todo el tejido artístico, a menudo calificado por él como "titiriteros" o "artistatras". El mundo de la cultura aragonesa lleva tiempo esperando gestos claros de planificación y lo que más daño le hace en estos momentos es tener al frente de la Administración a un director general de Cultura con un concepto sectario, prepotente y elitista de la misma.

¿Cómo es posible que el nuevo Gobierno de Aragón cuente en su organigrama de directivos con quien piensa y escribe que existe una "alianza diabólica de grupos de poder enquistados en el cuerpo social español", conformada por "sindicalistas, nacionalistas, titiriteros, feministas..."?

No me imagino qué pudo pensar Dolores Serrat, consejera del departamento de Educación, Universidades, Cultura y Deporte, al querer contar con él, ni qué idea puede tener la presidenta Rudi al respecto, pero su nombramiento es un hecho grave que preocupa a mucha gente y, con los antecedentes que señalo, y otros que quedan en cartera, es lógico que en un amplio sector social se haya suscitado una demanda creciente de dimisión y se haya pedido su cese fulminante.

Para Luisa Fernanda Rudi, gobernar ha sido hasta el momento cuestión de discursos y de nombramientos, de pocos gestos y de mucha fanfarria. Pero sus primeras decisiones echan por tierra todo su discurso sobre la regeneración, sobre la eficacia, sobre la austeridad y ponen de manifiesto hacia qué peligrosos derroteros se encaminan sus prioridades políticas, sociales y culturales.