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Max Aub y las lecciones de 1914

Para evitar peligrosos paralelismos entre el mundo actual y el de hace un siglo es indispensable revitalizar la UE

En este año en que se cumple el centenario de la I Guerra Mundial (1914-1918) la cual marcó el destino trágico de Europa durante el s. XX, están previstos diversos actos en los países entonces contendientes, no así en España que, afortunadamente, mantuvo su neutralidad durante la que ha sido llamada "la Gran Guerra".

Sin embargo, los ecos de la contienda no fueron ajenos a la opinión pública y a la política española del momento, dividida entre la derecha germanófila y la izquierda, partidaria de los aliados. Aún años después, la guerra siguió siendo tema de debate y, así, el 2 de febrero de 1930, la Juventud Socialista Madrileña organizó una conferencia titulada "Orígenes de la guerra de 1914" a cargo de Max Aub Mohrenwitz, a quien se presentó como "camarada alemán", pese a ser ciudadano español (su familia, de origen franco-alemán, se había establecido en Valencia al inicio de la contienda) y, desde 1928, militante del PSOE. La figura de Max Aub como intelectual ha sido rehabilitada en estos últimos años valorándola como merece puesto que había sido injustamente ignorado dada su triple condición de judío, republicano y socialista, tres de las bestias negras de la derecha reaccionaria española.

Pero volvamos a la conferencia. En la misma, Aub analiza en detalle las causas que llevaron a semejante carnicería: las heridas abiertas tras la guerra franco-prusiana (1870), la Welt-politik del Imperio Alemán y el auge del militarismo germano. Pero, al igual que los historiadores actuales como Christopher Clark, no carga en exclusiva la responsabilidad de la guerra sobre Alemania, sino que recuerda las apetencias expansionistas de Rusia (que soñaba con llegar a Constantinopla aunque ello supusiese un enfrentamiento con Alemania y Austria) o las complejas relaciones germano-británicas en torno a la cuestión de la hegemonía naval. No obvia la actitud de Francia, su país de nacimiento, con su "hediondo chauvinismo" por su reivindicación de Alsacia y Lorena y alentada por la política revanchista de Pointcaré. La crisis de los Balcanes fue el pretexto y, como dijo William Martin y nos recuerda Aub, "la verdadera causa de la guerra es que todo el mundo creyó fatalmente que ocurriría"-y ninguna potencia hizo lo posible para evitarla.

Iniciada esta, tras su trágico balance de 31 millones de muertos, a doce años vista de su final, Aub extrajo en su conferencia varias conclusiones que siguen siendo válidas, tanto entonces, como ahora, en unos momentos en que el conflicto entre Rusia y Ucrania, "la mayor crisis a la que se enfrenta Europa en el siglo XXI" según Willian Hague y que puede derivar en una nueva contienda armada de consecuencias imprevisibles. En primer lugar, imbuido del ideal utópico y humanitario que muchos desprecian, soñaba con una fraternidad universal, internacionalista, pues pensaba que sólo el socialismo democrático puede ofrecer la posibilidad de un mundo mejor y, de este modo evitar, como decía Aub, que los trabajadores se "entreasesinasen" en guerras promovidas por los oscuros intereses del capitalismo. En consecuencia, llama al pueblo a que nunca más vuelva a ser comparsa y víctima de la espiral belicista, la misma que ahora se quiere hacer prender en Ucrania, Crimea o en Donetsk. Pese al posterior estallido de la II Guerra Mundial por el delirio criminal nazi-fascista, la Europa surgida de sus ruinas a partir de 1945 parece haber aprendido de pasados errores y ahí está la ejemplar y masiva respuesta cívica contra la guerra de Irak de 2003.

Aub, además del papel del proletariado en su época, o de la ciudadanía consciente y comprometida en la nuestra, confiaba en la eficacia de la Sociedad de Naciones para evitar futuros conflictos. Aunque esta resultó débil e inoperante en la práctica, ello nos recuerda la urgente necesidad de potenciar a la ONU como garante de la paz universal y más en este mundo actual donde la antigua disuasión bipolar entre dos bloques antagónicos (EE.UU./URSS) ha sido reemplazada, en expresión de Christopher Clark, por un sistema "cada vez más multipolar, opaco e impredecible", por el auge de los nacionalistas excluyentes, de los fundamentalismos religiosos, del racismo y la xenofobia y por un preocupante descrédito de los sistemas democráticos. Por ello, para evitar peligrosos paralelismos entre el mundo actual y el de 1914, Joachim Käppner considera indispensable revitalizar las instituciones de la UE recuperando el ideal de la Europa social, laica y progresista, además de fomentar la solidaridad internacional y, de este modo, evitar que, como en 1914 y en 1939, se reabra la caja de Pandora con su fatídica estela de odio entre los pueblos, conflictos fronterizos y auge de ideas totalitarias.

Ahora que algunos quieren hacer retumbar los tambores de guerra en el Este de Europa, recordamos cómo Max Aub criticaba con dureza a los nacionalismos cerriles y rememorando lo que fue la inmensa tragedia de la Gran Guerra de 1914, nos advertía de que tanto la Humanidad como el movimiento socialista internacional debían frenar las ambiciones de quienes pretenden hacer negocio con la guerra y, frente a ella, defender los ideales de la paz, la libertad y la justicia. Ese mismo reto sigue estando pendiente: esa es la lección de 1914.

Fundación Bernardo Aladrén - UGT Aragón

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