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Las guerras de los insectos

Todas esas guerras son verdaderamente nuestras porque somos los que los reclutamos adrede, para que se peguen

Tengo la impresión de que los insectos son seres incontrolables y que serán los últimos pobladores de la tierra. Acudo a mi viejo amigo el diccionario y leo que los insectos son animales artrópodos, es decir, articulados, con respiración traqueal, cabeza provista de antenas (muy anteriores y más útiles que las de TV), tres pares de patas y generalmente, dos pares de alas. El cuerpo se divide de cien maneras distintas, en cabeza, tórax y abdomen.

Desde luego son una relevante categoría dentro del mundo zoológico del que solo nos separa una cuarta, según los pesimistas y encima, nosotros no sabemos volar. ¿Prevaleceremos nosotros los humanos o prevalecerán los insectos? Cuando empiezo a preparar este artículo, leo que según cierto humanista, los seres humanos existimos en una proporción muy superior a la precisa pero nuestro informante no razona eso tan "razonable", de que deberíamos ser muchos menos y sin embargo, de los mosquitos no dice nada.

Hace pocos años, leí que un ayuntamiento, ¿el de Huesca, quizá?, había creado una legión de mosquitos beneficiosos, al servicio de un control biológico de plagas y que operaban en distintas zonas arboladas de la ciudad. A los profanos en la materia, como el que suscribe, le admira saber que hay insectos buenos (al menos para los seres humanos, claro) que además, hacen innecesario el empleo de productos químicos.

Se trata de insectos guardianes para vigilar ciertas plagas y parece que la cosa marcha con éxito, porque cumplen bien sus tareas y al menos de momento, no reclaman trienios. Son desde luego, más fiables que los llamados bancos malos, que observan una extraña conducta para procurar que todos ellos, acaben siendo buenos; puede que resulte, no lo sé; "cuando el niño corre detrás de la resaca, se cree que el mar está huyendo de él".

Con motivo de la celebración de nuestra Expo de Ranillas, ya se puso en marcha un programa que consiguió eliminar a la mayoría de esos insectos dañinos, que todos no lo son; el medio que se empleó entonces y que ignoro si continúa empleándose, consistía en atacar a las larvas de ese díptero en los lugares habituales de cría, utilizando una bacteria inocua para otras especies pero letal para los insectos perseguidos.

Pero en su conjunto, tampoco los insectos son gente en extremo apacible. Según las últimas estadísticas que conozco de la OMS, de algunos años atrás, el 50% de las muertes que se ocasionen en el mundo, son debidas a enfermedades transmitidas por la picadura de insectos. Habría que pedir a las golondrinas que se quedaran todo el año.

Un aventurero del Nilo, J. Goddard, que lo recorrió en kayak, estaba fascinado (y supongo que fastidiado, al mismo tiempo) ante la diversidad de insectos que le rodeaban de ordinario; en las aguas del Nilo tuvo que familiarizarse con mosquitos, garrapatas, moscas tsé-tsé, mantis religiosas, orugas y hormigas negras de más de cuatro centímetros que ordeñaban con toda naturalidad, sus rebaños de gordos pulgones, etc., etc.

Pero resulta también que si a nosotros los europeos no nos agrada ver ni menos paladear esas clases de bichos, en diversas culturas asiáticas y africanas, los insectos están considerados como manjares. La explicación científica consiste en que el 60% del peso de los saltamontes, de las arañas o de las crisálidas de moscas, son pura proteína, mientras que, asombrémonos todos, solo el 23% de la carne de pollo o el 17% de la de cerdo, reúne esa alta calidad.

A fines del XX o principios del XXI, según dónde se quiera incluir el año 2000, un profesor universitario de Uganda, puso en marcha una granja de insectos con el ambicioso propósito de llegar a producir 800 toneladas anuales de "esa especial y nutritiva carne" (sic) pero no sé cómo terminó o si prosigue el intento; convertir en ventajoso lo inconveniente es por supuesto, el signo más progresista de la presencia del ser humano en este mundo.

Dicen que para eso nos hizo Dios, para que le ayudáramos en vez de permanecer ociosos en el Edén, suponiendo que ya todo lo había dejado hecho el Padre Eterno. Y no es así; por ejemplo, que todos tengamos trabajo depende de nosotros; ese milagro, lo espera Dios de todos nosotros.

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