Estamos sufriendo las siete plagas que van a dar al traste con el régimen del 78. La ira del pueblo (El País dixit) se ha encarnado en Podemos y sopla con furia, sin descanso. El temor está cambiando de bando hacia unos pocos que tienen mucho que perder. Pero el vendaval tiene que alcanzar una descomunal potencia para erradicar toda la miseria e inmundicia que se han ido acumulando en este país merced a las oligarquías vampíricas que se han ido sucediendo. Ellas dejaron pasar todos los trenes de la modernidad en su provecho, ellas montaron los sucesivos regímenes políticos, crueles unos, de apariencia democrática los menos. El último simulacro, el lampedusiano juego de la Transición: apariencia de cambio para que los que realmente mandan siguieran allí y, de paso, los verdugos y asesinos murieran en su cama mientras sus víctimas yacían sin ser llorados en las cunetas. Pacto desigual de los vencedores que dejaban participar en el convite de libertad vigilada a una izquierda que luego domesticaron, la de Felipe el giratorio, bendecido por Washington y Berlín.

No nos engañemos, ese huracán sanador no solo tiene que barrer la mafia políticofinanciera dominante, también arrancar las raíces de un mal muy arraigado en los comportamientos adquiridos de los españoles. Las conductas fraguadas durante la larga noche del franquismo continuaron en los nuevos próceres democráticos: autoritarismo, prepotencia, prevaricaciones, enchufismos y endogamias, lucro a partir del cargo, etc. Y eso ha afectado a muchos servidores públicos de responsabilidad inferior tanto como al tejido empresarial. Eso explica nuestra baja productividad en todos los frentes (también el científico), la endogamia de nuestros tejidos sociales, el desprecio de la excelencia, el machismo, el despilfarro, la falta de respeto a la naturaleza y a los animales, así como las pequeñas corrupciones de cada día. Es verdad que tenemos una herencia inquietante que viene de Roma y ha sido moldeada por el catolicismo indolente, pero me niego a pensar que sea determinista, que el español tenga el ADN del lazarillo de Tormes. Todo es cultura y la cultura política se conforma con leyes, educación y civismo.

LOS DOS ALIADOS de ese reto son las leyes (la ley antitabaco y la de tráfico han demostrado hasta qué punto comportamientos incívicos se reconducen aquí) y la educación. Pero las leyes no podrán implementarse con operatividad sin el previo desmontaje del tinglado mafioso de compadreo entre poder económico y político, y para ello se requiere previamente desalojar a los protagonistas de la corrupción sistémica: no valen medidas cosméticas, el delincuente no puede perseguir el delito. Tampoco basta con cambiar a la cabeza visible, como ha hecho el PSOE colocando a un mascarón telegénico controlado por la "hija de un fontanero" que a su vez colocaron los presuntos fontaneros de los ERE. El tejido está infectado y requiere una regeneración total... Un cambio de régimen que tiene que protagonizar democráticamente la ciudadanía. Para eso están las urnas, que van apuntando en esa dirección... Luego, a través de un proceso constituyente, vendrán las leyes y el cumplimiento de los programas de regeneración, blindando los derechos sociales (educación y sanidad) y garantizando una participación democrática continuada y efectiva que fiscalice muy de cerca a los dirigentes con mecanismos revocatorios.

Entre tanto los partidarios de este latrocinio sistémico seguirán atacando con el grueso calibre del miedo, siempre en nombre de la preservación de nuestro sistema de libertades, a los que lo amenazan con "populismos, radicalismos, chavismos"- Me temo que la ciudadanía indignada no se traga estas milongas y por eso se van poniendo más nerviosos- Aunque resulte paradójico, el cambio cuenta con dos aliados importantes, Pedro Sánchez y, sobre todo,Don Tancredo Rajoy, ellos garantizan que sus partidos seguirán apuntalando la "casta" y, por ello, una mayoría creciente de ciudadanos despiertos y responsables les irá abandonando con ira. La ira divina y las siete plagas auguraban en el Éxodo bíblico "una tierra donde mana leche y miel"... Decía Salvador de Madariaga que, "de todas las historias, la de España es la más triste, porque acaba mal". A ver si podemos conjurar esa maldición.

Escritor