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Editorial

Nueva protesta contra el IVA cultural

El desencuentro del Gobierno del Partido Popular, personificado en el ministro José Ignacio Wert, con el mundo de la cultura ha sido más que manifiesto a lo largo de la legislatura. La subida del IVA cultural del 8% al tipo máximo del 21%, en septiembre del 2012, supuso un mazazo para todos los sectores culturales, que recibieron con esa severa tasa impositiva un durísimo golpe a su línea de flotación. De forma inevitable, las entradas para el cine, el teatro o los conciertos, y todo tipo de productos culturales, subieron de precio en una época de crisis y, por consiguiente, de descenso del consumo. Los intentos de los agentes vinculados a la cultura han fracasado en su presión, que probablemente debería haber sido más unitaria, para que el Gobierno de Mariano Rajoy rectificara.

Ni la continua alusión al entorno más próximo logró una disminución de ese 21%. La cifra es muy superior a la de todos los países de la UE. Baste recordar que España encabeza, de forma destacada, la lista del IVA cultural más alto. Portugal le sigue por detrás, con el 13%. Que el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, equiparara, al anunciar la subida, cultura con entretenimiento ya se reveló como una declaración en toda regla de las peores intenciones políticas.

Esta semana, en plena recta final de la campaña de las elecciones autonómicas y municipales de este domingo, dos nuevas acciones han vuelto a destapar el grave problema. El lunes, durante la entrega de los Premios Max de teatro en Barcelona, la mayoría de artistas ganadores levantaron su voz contra la medida. Así, la veterana Rosa Maria Sardà no dudó en ñregalarO una ñbona botifarraO a ñnuestros gobernantesO. Pero el acto central de protesta será hoy con la celebración del llamado Un día sin música. Promotores, empresarios de salas y mánagers convocaron una jornada de protesta, a la que se han sumado numerosos artistas, en la que no se celebrarán actuaciones en directo en toda España.

La casuística de este sector es muy similar a la del resto de la industria cultural. El descenso de público, que provoca además ineficacia recaudatoria, ha supuesto que muchos profesionales hayan bajado la persiana y que la oferta se haya empobrecido. A la cultura, en definitiva, no llega esa recuperación de la que presume el Gobierno, y difícilmente lo hará con un IVA del 21%.

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