En la butaca 18 de la fila 1 de la sección 333 del imponente United Center de Chicago sienta sus posaderas cada vez que hay partido Bob Gertenrich, un jubilado de 68 años, seguidor acérrimo de los Blackhawks, el equipo de hockey sobre hielo de la ciudad. A tal condición une Gertenrich la de exhibir una perseverancia a prueba de bomba. Como destacaba esta semana la prensa local, este aficionado llevaba nada menos que 2.264 encuentros seguidos, sin haberse perdido ni uno solo, esperando el gran momento: que su club ganase un título en casa. Por fin, los Chicago Blackhawks se hacían el lunes, ante su público y ante el paciente Bob, con la Stanley Cup, la liga profesional en la que compiten conjuntos de EEUU y Canadá. Aunque abundan socios antiquísimos, es muy improbable que en las gradas de La Romareda se siente alguien con un bagaje estadístico similar. Pero, como se demostró en el partido contra el Las Palmas, anida entre quienes nos declaramos fieles al Real Zaragoza un sentimiento que ha de parecerse mucho al que, cada vez que juega su equipo, enciende el corazón del fan de los Blackhawks. En la capital aragonesa muchos de esos afectos permanecían dormidos. Hasta el miércoles, en que Bono, Vallejo, Pedro, William José y compañía probaron que el pasado reciente solo fue un mal sueño. Puede que mañana las cosas no salgan, pero nadie nos quitará ya que el zaragocismo, ese en el que tantos nos reconocemos y que te hace un nudo en la tripa aunque no quieras, ha vuelto.

*Periodista