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EL ARTÍCULO DEL DÍA

Javier Martín

Lo normal y el cambio

No hay vuelta atrás, los ciudadanos han alcanzado la mayoría de edad democrática

Pertenezco a una generación(nací en 1965), una de las últimas afortunadamente, en la que el hecho de que los maestros y profesores propinaran a sus alumnos capones, bofetadas, coscorrones y reglazos o los pusieran de rodillas cara a la pared, se consideraba normal. El castigo corporal formaba parte de la educación. Yo mismo he llegado a sufrir esos castigos y a escuchar en serio aquello de "la letra con sangre entra". Hoy a todos nos parece que los castigos físicos en la escuela no son ni un comportamiento normal ni un método eficaz de educación.

Cuando en una organización o en una sociedad, sus dirigentes establecen unas reglas o siguen unos comportamientos, que sin serlo, se presentan como normales; y los miembros de esa organización o sociedad los aceptan como normales, sin serlo; se produce una situación de anomalía crónica, cuyas consecuencias son impredecibles. Es pues tan peligroso el advenimiento al poder de auténticos cafres sin escrúpulos, como la aceptación acrítica de que lo que hacen es normal e incluso justo.

CADA DÍA SE PRODUCEN a nuestro alrededor esquemas de comportamiento grupal que responden a ese patrón: el de la aceptación por los miembros del grupo, como normales, de comportamientos procedentes de sus dirigentes, que no lo son en absoluto. La institucionalización de la corrupción en nuestra sociedad es un ejemplo que todos comprendemos con facilidad.

La cultura de una sociedad cambia cada día de forma imperceptible. Durante mucho tiempo parece que no ocurre nada, pero llega un momento en el que la catarsis se produce y lo que aceptábamos como normal e irremediable se revela como inaceptable. Es entonces, cuando toda la fuerza de la sensatez, hasta entonces silenciada, cae a plomo sobre el sinsentido y lo aniquila. Es entonces y solo entonces, cuando ocurren los cambios profundos, los que hacen variar el rumbo de la nave colectiva que es una sociedad democrática, y la orientan hacia un futuro de esperanza para todos, sin privilegios para unos pocos.

Ocurre que de vez en cuando los ciudadanos nos detenemos voluntariamente, miramos a nuestro alrededor, nos subimos encima de la mesa para cambiar la perspectiva, y sometemos a juicio crítico todo lo que llevábamos tiempo considerando como normal.

Ocurre que cuando eso sucede los esquemas de toda una época empiezan a tambalearse y el cambio que parecía imposible se convierte en la única salida posible, en la única alternativa viable al despropósito de la realidad pasada y presente.

Esta vez ha sido necesaria una crisis económica de magnitudes descomunales para que eso ocurra. Los ciudadanos hemos dicho ¡basta! y la base del cambio ha surgido naturalmente de su imparable voluntad colectiva.

El bienio 2014-2015 será probablemente recordado como un periodo decisivo, como un lapso de tiempo lleno de citas electorales (elecciones europeas, andaluzas, municipales y autonómicas, catalanas y generales) que marcaron un antes y un después en la historia de reciente de España.

Lo que habrá cambiado cuando termine este prolongado y arduo periodo electoral será la cultura democrática de la sociedad española:

-- Habremos dejado de considerar normal el corrupto comportamiento de muchos de nuestros políticos.

-- Habremos dejado de considerar normal que los partidos políticos nacionalistas adoctrinen a los ciudadanos desde la cuna.

-- Habremos dejado de considerar normal que algunos partidos políticos hagan cautivo el voto a través de vergonzosas tramas de clientelismo.

-- Habremos dejado de considerar normal que los partidos elijan a sus candidatos a dedo o mediante primarias sin garantías.

-- Habremos dejado de considerar normal que la muerte de Montesquieu sea un hecho aceptado sin protesta.

-- Habremos dejado de considerar normal que el voto de unos ciudadanos valga más que el de otros; y que el voto de algunos ciudadanos no valga absolutamente nada.

-- Habremos dejado de considerar normal que los ciudadanos estén a la cola en el orden de prioridades de las políticas públicas.

TODO ESO ESTÁ ocurriendo ahora mismo, de hecho ya ha ocurrido, aunque muchos no quieran darse por enterados porque aún viven en un pasado político que sólo sobrevive en la nostalgia de los artífices de la vieja política, cuyo tiempo ha terminado. No hay vuelta atrás, los ciudadanos han alcanzado la mayoría de edad democrática y no van a tolerar en adelante más capones ni reglazos en los parlamentos, no más tropelías inaceptables en los despachos de los gobernantes.

Los ciudadanos se han subido al pupitre y no están dispuestos a bajarse de esa atalaya desde la que las cosas se ven y son de otra manera.

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