El sábado dejé de ser secretaria de Administraciones Públicas de la Ejecutiva Federal del PSOE, como consecuencia del resultado de una votación celebrada en un comité federal que debe avergonzarnos a todos los que estuvimos allí presentes. Tras 18 horas de muchos gritos y tensiones y ningún debate político, se llegó a la votación tras la que Pedro Sánchez y quienes hemos formado orgullosos parte de su equipo tuvimos que dimitir.

A partir de ahora, una gestora se hará cargo del PSOE. Les deseo mucha suerte y acierto, porque de ambas cosas dependerá el futuro de mi querido partido. Espero que todos sepamos estar a la altura. Lo hemos estado siempre, incluso en momentos históricos mucho más complicados de los que vive hoy España.

Me siento una privilegiada por haber formado parte de la dirección de un proyecto político que se inició en julio de 2014 tras la decisión de la militancia (esa sabia militancia a la que se respeta y nunca manipula, pues suyo es el PSOE) que optó por Pedro Sánchez como secretario general. Sánchez era hasta entonces un desconocido que desde el primer día no gozó de las simpatías de los medios, y pronto se granjeó demasiados enemigos poderosos. Quienes apostamos por él, valoramos por encima de todo su coherencia, su tesón, su honestidad, su fortaleza de principios y su intención de modernizar, transformar y abrir el partido a su militancia y a la ciudadanía. Fue el impulsor de las asambleas abiertas y quien ha apostado decididamente por devolver a los militantes las riendas del partido en momentos importantes. Es llamativo que periódicos «de referencia», cadenas televisivas «objetivas» y toda una maquinaria de intereses ocultos hayan acusado de atrincherarse y aferrarse al cargo a quien solo pidió que se decidiera en las urnas quién debe dirigir el partido. Me entristece que las dos experiencias de primarias en el PSOE federal hayan acabado con los secretarios generales electos marchándose en extrañas circunstancias.

Pasemos página y a por otra etapa. Quienes estamos en política, o al menos algunos, tenemos muy claro que esto es algo pasajero y provisional. Dejo la ejecutiva orgullosa y satisfecha, pero también con cierta tristeza. La tristeza por pensar que se había hecho un buen trabajo y este se queda a medias. Los contenidos de cada secretaría quedan a disposición de los próximos responsables del partido, que seguro que perfeccionan lo que otros hemos hecho. En este sentido, quiero agradecer al equipo de expertos que desinteresadamente y por ideales me han ayudado todo este tiempo en mi secretaría de Administraciones Públicas. Gracias a ellos, el PSOE tiene el mejor programa. Todos han pasado de ser un mero equipo de trabajo a convertirse en buenos amigos. También quiero agradecer a los cientos de personas que han colapsado mi móvil y mis redes sociales con sus mensajes de cariño y apoyo. Y pedir perdón por todos los errores que he cometido a lo largo de este tiempo, que seguro que han sido muchos.

Tenemos que hacer un profundo debate ideológico. El PSOE debe recomponerse cuanto antes. Sé que muchos ya tienen la coartada perfecta para esgrimir que Sánchez ha destrozado el partido, cuando lo único que ha intentado es adaptarlo a nuevas formas de hacer política y se ha topado con un muro de hostilidad.

Tenemos que abrir las casas del pueblo, desvincular cargos orgánicos con puestos gubernamentales que atan y condicionan el debate libre en las agrupaciones. Tenemos que analizar por qué la mitad de nuestros votantes han pasado desde 2011 hasta ahora a Podemos. Y por qué cuando este partido pierde un millón de electores, no vuelven a nosotros. Tenemos que recuperar la credibilidad y la coherencia perdida hace ya mucho tiempo. Las autoridades morales deben ejercer como tal, en lugar de exhibir en público nuestros problemas contribuyendo más bien poco al sereno debate. O debemos trabajar para recuperar el voto joven que hace tiempo que nos ve más como una reliquia histórica que como el partido grande y transformador que somos.

Son muchos los retos y espero, sinceramente, que lo consigamos. Quienes lo hemos intentado no hemos sabido, no hemos podido o no nos han dejado. Deseo mucha más suerte e inspiración a los que vengan. Yo seguiré trabajando por mi partido con la misma lealtad inquebrantable que hasta ahora. Pero también con la misma libertad para tener voz y criterio propio, sin que ello suponga en ningún caso un acto de traición y deslealtad. Entender lo contrario es comprender bien poco lo que es la izquierda.

Por mi parte, seguiré prestando mis servicios como diputada en defensa de los intereses de los aragoneses y aragonesas, desde mi visión socialista. Seguiré haciendo preguntas y presentando iniciativas y me reuniré, como lo he hecho siempre, con todo colectivo o alcalde que quiera trasladarme algún problema o preocupación colectiva. Y, por supuesto, reitero mi voto contrario a facilitar cualquier Gobierno del PP.

*Exsecretaria de la Ejecutiva del PSOE