En el anterior artículo me arriesgué a pronosticar las opciones de poder de los partidos de la derecha, basándome en un hecho: en España siempre ha ganado el centro, de derechas o izquierdas. También tengo en cuenta que no es lo mismo un votante que un militante; confundirlos puede nublar la vista a los dirigentes: los militantes aclaman las posturas extremas, los votantes sopesan. Hoy intento analizar con mirada fría a los partidos de izquierda.

El PSOE se tiene que reinventar tras su largo declive. Pedro Sánchez, un líder de ideología volátil, perdió la investidura tras pactar con Ciudadanos y posteriormente pretendió forzar las terceras elecciones en connivencia con Podemos e independentistas. Como esto va de predicciones, me atrevo a conjeturar que las terceras hubieran colocado al partido al borde de la irrelevancia. Se eludió el precipicio en octubre con una maniobra tardía y oscura que acabó como el rosario de la aurora. Pese a la templanza de Javier Fernández, la herida todavía sangra. Ahora se enfrentan a un congreso trascendente, del que depende su futuro. Con un líder sólido, cerrando heridas y un programa para el siglo XXI puede iniciar el despegue. Paradójicamente el mejor congreso para los socialistas fue el de Vistalegre II, que dejo libre la prometedora casilla del centro izquierda. Las opciones del congreso socialista en esencia son dos: la socialdemócrata, representada por López y Díaz, que antes o después terminarán por unificarse, y la radical de Sánchez. Entre los militantes hay una corriente empecinada, la que dice que a la derecha ni agua, que apoya a Sánchez. Los 180.000 militantes del PSOE pueden elegir diseños extremos, pero los que validarán la elección son los votantes. Si no se acercan a los ocho millones de votos carecen de opciones de gobierno. Lo demás es humo de paja. El que gane deberá perseguir la unidad, ya que los ciudadanos huyen de los equipos mal avenidos que meten goles en su propia puerta.

Podemos es hijo del 15 M, un movimiento ilusionante con olor a albahaca, respaldado por miles de jóvenes a los que la crisis y la política robaron el futuro. Tras un periodo esperanzador, la formulación política ha cristalizado en un núcleo radical dirigido por Pablo Iglesias.

El líder proyecta una imagen tajante, a veces soberbia, que enardece a sus feligreses pero deja los pies fríos al votante de centro izquierda. Esta tendencia se ha acentuado en su último congreso, que relegó a los que ofrecían propuestas moderadas. El partido alcanzaría la mayoría si solo votaran los menores de 35 años, pero eso es estar fuera de la realidad. Para asaltar el cielo se necesitan ocho millones de votos, no bellas bravatas. Es posible que con el arrinconamiento en el ala izquierda haya alcanzado su techo electoral y comience a declinar. Sería lamentable que arrastrara en la decadencia a IU, un partido que mantuvo dignidad y principios, pero ahora se ha desdibujado bajo el manto protector de Podemos. En las próximas elecciones Errejón el repudiado puede convertirse en el deseado.

Personalmente los artículos que me irritan son los que más me hacen cavilar, porque busco argumentos para rebatirlos. Con esta predicción del tiempo político espero haber molestado ideológicamente a todos y tener en contra al paciente lector. Eso es bueno, el debate continúa.

*Escritor