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El Independiente

José Luis Trasobares

Agobiados por la despoblación

Aragón se despuebla sin aparente remedio. Zaragoza ya no es la madrastra que algunos describieron en los tiempos de la hiperdescentralización, sino una amantísima madre (a veces a su pesar) que debe echarse a las espaldas un enorme territorio donde cada vez hay menos gente. ¿Cómo se resuelve esto? Nadie lo sabe. Ni en el Gobierno autónomo, donde nunca se acertó a la hora de proyectarle un futuro a la más profunda Tierra Noble; ni en la mayoría social, más despistada y desorganizada que nunca; ni en las presuntas élites económicas, muy amadrileñadas y que siguen viendo en su patria chica un negocio a ser posible fácil, rápido y sabroso.

¿Qué hacer? Supongo que lo primero de todo aceptar que hay zonas, comarcas casi enteras, que verán reducido el número de habitantes al mínimo, a los consabidos índices saharianos. Porque no son lugares capaces de atraer a la gente y carecen ya de masa crítica para desarrollar cualquier iniciativa. Bastante tendremos con mantener allí los servicios imprescindibles para atender a un vecindario envejecido y muy dependiente. Pero esto tampoco es una maldición. Tener espacio deshabitado genera automáticamente recursos naturales. Y ahí está la clave para resolver el problema territorial: generar una economía rural de verdad, a la francesa, de actividades intensivas y capaz de crear valor añadido in situ. Con grandes superficies de regadío produciendo forrajeras y cereales más o menos transgénicos no se fijará población en la vida. Engordando cerdos u otro ganado que deja aquí el purín para ser transformado y comercializado en las comunidades vecinas, tampoco.

Pero lo que más acojona es que la despoblación siga siendo el pretexto a) para abrirles las puertas a empresas o propuestas ajenas de gran impacto medioambiental, baja masa salarial e incierto futuro, y b) paragastar dinero (a veces subvencionando a tales empresas) en proyectos absurdos, ajenos a nuestras posibilidades y a la potencialidad de nuestro bendito país. Esto es lo que, ante todo, hemos de evitar.

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