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Sedimentos

Carmen Bandrés

El último cuento sexista

Se afirma, con mucha razón, que los niños son como esponjas, capaces de absorber de inmediato cuanta información existe en todo lo que les rodea; con mayor motivo, asimilan con más firmeza aquello que supone un estímulo particularmente dirigido a ellos, como las narraciones y cuentos infantiles, de tal forma que ya desde la más tierna edad, el infante tiende a consolidar el papel que tales relatos le asignan. El guión para las niñas está perfectamente determinado: solo les cabe esperar pasiva y pacientemente la llegada del príncipe azul, a quien, eso sí, podrán liberar con un beso de su embozo de sapo. Desde tiempos inmemoriales se ha forjado así, página a página, cuento a cuento, la subordinación femenina al valiente y arrojado macho, único personaje capaz de encarnar los primordiales valores humanos ajenos a la maternidad y a otras funciones típicamente reservadas para la mujer. Por fin, asistimos a iniciativas que pretenden cambiar tan infortunado escenario: no solo afloran en los nuevos cuentos chicas que, en lugar de jugar con muñecas, aspiran a ser astronautas o a dirigir grandes empresas, desapareciendo los atavismos que minimizan o soslayan el talento de la mujer relegándola a un papel secundario, sino que también comparece la perspectiva complementaria: los varones tienen y expresan sentimientos, son capaces de llorar, cuidar de los bebés y compartir las tareas domésticas. Tal vez pueda parecer un pasito insignificante en pro de la plena igualdad de género, aún pendiente según la crónica cotidiana de sucesos, pero a ese idílico objetivo no ha de llegarse a golpe de decreto, sino a través de una rotunda convicción social, y esta se alcanza merced a este tipo de intervenciones, tanto más eficaces en cuanto que inciden prontamente en la formación de los niños.H *Escritora

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