Aragón sabe mucho de la necesidad de depurar las aguas. Nuestros pobres ríos, con el Gállego a la cabeza, sufren los terribles efectos de vertidos tóxicos que arruinan sus ecosistemas y los convierten en un peligro para la salud humana. La incompetencia y dejación de funciones de la Administración solo es comparable a la profunda irresponsabilidad de empresas a las que contaminar el medioambiente les sale demasiado barato, cuando no gratis.

Pero si algunas aguas exigen una profunda depuración, por su evidente pestilencia, son las aguas políticas, o político-mediáticas, pues comunicación y política, política y comunicación, son, cada vez más, dos caras diferentes de los lobis del poder. Un poder voraz, despreocupado del bienestar ciudadano, atento en exclusiva a sus propios y alicortos intereses. La cara más sucia de la política, sin ningún género de dudas.

Ecociudad. Un bonito nombre. El márketing es una de las señas de identidad de la política contemporánea, experta en hacer ver que se defiende lo contrario de lo que, en realidad, se practica. La que debiera ser una sociedad ocupada en el desarrollo ecológico de la ciudad se ha convertido, por el contrario, en un lugar de aguas estancadas y putrefactas en las que, al parecer, chapotean oscuros intereses.

Pero, lejos de prestar atención a esos intereses para desenmascararlos, a lo que se procede es a cargar contra los que pretenden limpiar la charca. Quizá porque ensuciar la charca es parte del negocio, mientras que intentar limpiarla atenta contra el mismo. Y esta es una dinámica que, por desgracia, se viene repitiendo durante toda la legislatura municipal: cada vez que se ha pretendido limpiar una charca, ahí estaba la vieja guardia municipal, con los siameses Azcón y Pérez Anadón de la mano, flanqueados por su falange mediática, y en ocasiones judicial, para mantener bien pegadas las alfombras al suelo.

En Ecociudad, una nueva denuncia de su exgerente. Todas las anteriores, desestimadas. Denuncias de un cargo de confianza del anterior equipo de gobierno. A uno se le antoja que lo lógico es que cuando alguien ha sido colocado en su cargo como personal de confianza, cese de propia iniciativa cuando quien le designó deja de desempeñar sus funciones. No es el caso. Y sin embargo, ante una nueva denuncia de una persona de la confianza de un grupo que ejerce una oposición férrea, despiadada, vergonzosa en su contenido las más de las ocasiones (si se adopta una óptica de izquierda, me refiero), al gobierno municipal, en lugar de investigar con seriedad qué esconden las aguas turbulentas de esta sociedad municipal, se procede, una vez más, a criminalizar al equipo de Gobierno.

Mala tarea intentar desenfangar la política española, la política municipal. La ciénaga ha creado su propia fauna, que vive en perfecta simbiosis con su ecosistema y que pelea a muerte para mantenerlo. Una fauna que, en el caso aragonés, ha generado su propio lenguaje y cuando habla de depuradoras de aguas no habla, en realidad, de ecología, sino de puro y duro negocio.

ZeC se ha dado cuenta demasiado tarde de qué iba la cosa. Ni en la peor de sus pesadillas debieron imaginar la que se les venía encima, cómo cualquier gesto tendente a adecentar la política municipal sería contestado con extrema virulencia desde los poderes fácticos y sus numerosos tentáculos. Sus múltiples logros, en política social, en política de vivienda, en gestión económica, son silenciados, mientras se airean presuntos escándalos que luego quedan en nada. Pero que van haciendo su efecto. Porque el objetivo es evitar que las políticas que atentan contra los intereses de quienes manejan el cotarro puedan tener continuidad en el ayuntamiento. Si en las películas de gánsteres se oye, habitualmente, eso de «que parezca un accidente», en esta el soniquete es «que parezca un suicidio». Pero no, no es un accidente, ni un suicidio. Es un asesinato.

*Prof. de Filosofía. Univ. Zaragoza