Uno de los empeños fundamentales de la política debiera ser la construcción de una ciudadanía informada, conocedora de la realidad y sus mecanismos y, por ello, capaz de adoptar posiciones con un cierto grado de conocimiento. Sin ese conocimiento, la libertad de los sujetos es ficticia, pues la manera más eficaz de hurtársela, como bien analizó Sartre en su reflexión sobre la mentira, es hacerles creer, a través de informaciones sesgadas o falsas, cosas que no son. La política sistémica, apoyada en los medios de comunicación del poder, solo tiene, por desgracia, ese horizonte de la mentira, en el que cuanto más manipulada se halle la opinión pública, más susceptible será de ser conducida allí donde al poder interesa.

En una Europa en la que las ideas de la extrema derecha, que tanto dolor y muerte generaron en todo el continente, avanzan de manera decidida, podemos comprobar con desaliento cómo PP y Ciudadanos han desembocado en una deriva extremista que mueve a la preocupación. Ambos partidos, que parecen competir por cuál de ellos se radicaliza más, han decidido hacer del tema de la inmigración bandera política para exacerbar las más bajas pasiones populares mediante discursos que poco tienen que ver con la realidad del país. PP y Ciudadanos se han convertido, a enorme velocidad, en dos partidos populistas, entendiendo por tales aquellos que alientan el miedo y el odio social, los sentimientos menos racionales, para conseguir rédito político. A imagen del Frente Nacional francés, combinan nacionalismo y xenofobia a partes iguales.

Estas semanas hemos escuchado a ese remasterizado Aznar que es Pablo Casado, que heredó el PP más derechista de la historia y que, sin embargo, no cesa de radicalizarlo, hablar del peligro que supone la oleada migratoria que, como cada verano, experimenta nuestro país. La idea, insostenible si se acude a los hechos, de que se está produciendo una invasión, es lanzada al imaginario popular que, de este modo, detecta un peligro y enemigo potencial. España, esa palabra que tanto gusta utilizar a quienes atesoran su dinero en paraísos fiscales, no es capaz, dicen, de soportar más inmigración. Sin embargo, hace pocas semanas, la noticia era que diversas regiones españolas (Aragón, las dos Castillas, Cantabria), denunciaban la despoblación de su territorio. Al mismo tiempo, no cesa de escucharse el mensaje de que la baja tasa de nacimientos de nuestro país pone en peligro la sostenibilidad futura de los servicios sociales. ¿En qué quedamos? ¿Somos un país con problemas de despoblación o ya no cabe nadie? ¿Es necesario un crecimiento de población o no cabe nadie? No cabe sostener ambos discursos al mismo tiempo.

Por su parte, Ciudadanos, con un Rivera que ha pasado de presentarse como socialdemócrata a mostrar su perfil más reaccionario, no cesa de hacer campaña contra los manteros, como si estos supusieran una competencia económica o un peligro social. ¿Constituye esta actividad un perjuicio para el pequeño comercio? No cabe duda de que alguna incidencia tiene, pero quien verdaderamente atenta contra ese comercio son las grandes superficies comerciales, de las que PP y Ciudadanos son defensores a capa y espada.

PP y Ciudadanos presentan una realidad falsa a la ciudadanía con el interés de generar un clima de miedo y odio construyendo un chivo expiatorio, la inmigración. La crisis ha sido instrumentalizada por la derecha para precarizar el trabajo y empobrecer a la mayoría social. Y, ante esa situación de malestar social, esa misma derecha, política y mediática, en lugar de señalar a los verdaderos responsables de la miseria social, a quienes empobrecen de veras a la población, señala a otros todavía más pobres, y de color diferente, para presentarlos como sus enemigos.

No son los inmigrantes los que promulgan reformas laborales, no son los inmigrantes los que liberalizan al extremo las relaciones laborales desprotegiendo a los trabajadores, no son ellos los que echan de sus casas a la gente empobrecida, no son ellos los que permiten a los poderosos toda clase de abusos. El racismo, la xenofobia, han sido siempre instrumentos de la derecha en situaciones de crisis. Recordemos nuestra historia, repasemos los discursos del nazismo sobre los judíos como causa de todos los males sociales. La inmigración es, sin duda, un serio problema que Europa debe abordar. Pero por ser serio, debe ser abordado con seriedad, analizando sus contras, pero también sus pros, que los hay. A pesar de que a los racistas y xenófobos de traje y corbata solo interese provocar el odio y el miedo para salvaguardar los intereses de los poderosos a los que representan. H *Profesor de Filosofía. Universidad de Zaragoza