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Una cosa de locos

Fran Osambela

¿Estadistas?

Poco antes de que cayera Lehman Brothers, el expresidente de la Reserva Federal estadounidense Alan Greenspan decía que una vez que las fuerzas globales del mercado habían reemplazado en gran medida a las políticas públicas la identidad del próximo presidente había dejado de importar. O como añade el periodista Serge Halimi, el pueblo elige pero el capital decide. Es evidente que aquellos dirigentes capaces de pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones, como definía Churchill a los estadistas, sean especie en extinción.

Dos que presumen de serlo, Felipe y Aznar, han sostenido recientemente un encuentro más que un debate, donde había mucha más complicidad que el antagonismo que se les supone por su diferente procedencia ideológica. Y lo de la procedencia viene al caso especialmente por el continuo viraje a lo neoliberal que para González no tiene fin. Como tampoco lo tiene para otros significativos miembros de sus gobiernos como Alfonso Guerra o Carlos Solchaga. Y unos cuantos más. Eso sí que es comprometer el relato socialdemócrata oficial de sus catorce años seguidos en el poder.

Si ambos expresidentes han crecido en algo es hacia dentro: en la arrogancia y el narcisismo que exhiben, y la ausencia total de autocrítica. Una mirada de altas miras, como se les supone a los estadistas, no es lo mismo que una mirada altiva. Nada que decir sobre medidas concretas para los ciudadanos en uno de los países más desiguales de la UE. Solo la defensa de la Constitución, con escasos matices entre ellos, a propósito del conflicto catalán, sin reparar en que ambos pudieron gobernar gracias al apoyo nada desinteresado de los nacionalistas que ahora, pasado su tiempo, repudian.

Después de todo, Torra no deja de ser el elegido por el sustituto del valido de Pujol, aquel viejo socio de ambos, y representa a los mismos intereses. Y exacerbar el sentimiento identitario español para contrarrestar el catalán no parece el mejor antídoto, aunque ese sea el camino que han elegido Casado y Rivera. Deberían escuchar más a Alexander Stubb, aspirante popular finlandés a suceder a Juncker en la presidencia de la Comisión Europea cuando dice que hay demasiados líderes que venden soluciones fáciles asustando. O quizá tengan finalmente razón Felipe y Aznar cuando coinciden en que el debate está a ras del suelo. El mismo que ellos hace tiempo que no pisan. H *PeriodistaSFlb

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