Si en el mundo existe una ciudad mítica, esa es ciertamente Nueva York. Todo en ella parece concebido para transformarse en escenario o en arte.

Arquitectónicamente, Nueva York sigue siendo un icono. Las películas, novelas, exposiciones y obras de teatro inspirados en su manzana mágica son simplemente innumerables. Las vanguardias, los emigrantes, las matanzas, los mil y un héroes que han transformado sus calles en campos de batalla o en símbolos de esperanza han llenado volúmenes enteros. Su magia no sólo no cesa sino que aumenta con el paso del tiempo.

Un joven escritor italiano, Paolo Cognetti, acaba de firmar su último homenaje a la capital de los rascacielos. Nueva York es una ventana sin cortinas, editado por el sello Navona, es un libro hermoso, original e inspirado. Sus páginas nos hablan de una Nueva York personal, misteriosa y secreta. De enraizados mitos y entreveradas realidades que solo un escritor empapado de su literatura, de su aliento, casi de su sangre podría descubrir a nuevos lectores.

Porque Cognetti parece saberlo todo, haberlo leído todo sobre la gran manzana. En vez de abrumarnos con sus conocimientos, emplea dicho bagaje en invitar a los lectores y en honrar los grandes nombres y efemérides, pero sobre todo a descubrir nuevos rincones en el propio Manhattan, en Chinatown, Greenwich Village, Little Italy, el Bronx, Queens y en especial Brooklyn.

Inspirándose en textos de Paul Auster, en cuentos de Raymond Carver, en descripciones de Isaac Bashevis Singer, de Cheever, o, remontándose al siglo XIX, en testimonios de Walt Whitman o de Washington Irving, de Poe o de Melville... Bien acompañado, Cognetti nos abre los ojos a visiones del pasado del Hudson, del presente del East River, a otras experiencias e historias contadas, soñadas, o tan reales como los muros de Wall Street.

Cognetti no solo es un escritor de escritores. Su propia voz, su manera de contarnos Nueva York resulta sumamente bella, innovadora y artística, como para no desmerecer de los autores neoyorquinos ni de la confianza de esa gran ciudad que lo ha adoptado y seducido, como a tantos de nosotros.