La muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba y las propias campañas electorales de estos meses están poniendo de relieve la difícil convivencia que existe dentro de los partidos políticos. Muchos son los que en estas horas de tristeza para la democracia recuerdan los enfrentamientos que por culpa de las dichosas familias socialistas tuvieron con el que fuera líder nacional del PSOE y, por contra, otros son los que se consideran amigos de él, cuentan cómo cuidaba a su gente o cómo era una persona muy accesible que siempre daba un consejo. Pero todos se juntan ahora en torno a la familia de Rubalcaba y la del partido haciendo una piña que muchos saben que no es tal. Que hay mucho de ficción y de pose. (En el caso que nos ocupa se podría extender a la oposición que tantos quebraderos de cabeza le dio a Rubalcaba). Pero no solo pasa con una persona fallecida (todos recordamos aquella famosa frase del exvicepresidente del Gobierno socialista que dijo que «en España se entierra muy bien») sino también, ahora en campaña, con los candidatos y líderes. De todos los partidos. En unos se nota más la presión y hasta las puñaladas que en otros, pero en todos hay.

No hace falta irse muy lejos. El líder del PP en Aragón, Luis María Beamonte, está viviendo un fin de semana convulso al destaparse que mintió con su titulación por no querer reconocer que acabó Derecho en la polémica Universidad Rey Juan Carlos, la de los máster de Cifuentes y Casado. Nadie lo dice públicamente, pero dentro del partido hay un sentimiento claro, de unos y otros, de que estas revelaciones tienen nombres y apellidos y están dentro de la casa. Porque por mucho que se aparente una situación de encaje fenomenal entre todos los candidatos y todos los cargos significados de los populares aragoneses, la elaboración de las listas ha dejado heridas abiertas que junto con otras anteriores que no habían cicatrizado, generan una muy difícil convivencia. La presión es total y los medios de comunicación, más cercanos que nunca durante las campañas electorales, lo sufren también. Y cobran protagonismo.

La pugna entre sanchistas y otros se vive también en el PSOE aragonés, porque una rivalidad por una lista electoral, como la vivida por la candidata al Ayuntamiento de Zaragoza, Pilar Alegría, no se zanja el día que Madrid decide lo que decide. Las luchas internas continúan. E incluso hay a quien le incomoda que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, venga de campaña y quien se alegraría de que Javier Lambán tuviera menos porcentaje de votos que el que tuvo el PSOE el 28A. Pero no lo dicen más que en privado.

Como le pasa al PAR de Aliaga, el que quiso ir de la mano del PP y se hubiera estrellado en las generales (él iba a ir de número 2 al Congreso y no hubiera salido) y quién sabe lo que hubiera pasado en las próximas autonómicas, municipales y europeas de haber ido juntos. Pero tanta es la división, que hay quien pone en duda incluso que el presidente regionalista vaya a salir diputado autonómico el 26M por la provincia de Zaragoza. Y eso que es el cabeza de lista. También hay quien no se lo pone fácil.

Las múltiples luchas en Podemos, ZeC e Izquierda Unida son mucho más evidentes. Aqui se ocultan menos, lo que provoca tal dispersión en el voto que muchos electores no saben muy bien por cúal optar entre las múltiples listas de la izquierda, más o menos radical, que dicen algunos, que se presentan a los próximos comicios.

Y esas disputas, malestar o discrepancias internas también las hay en Ciudadanos Aragón. La entrada de independientes como Daniel Pérez Calvo y José Luis Saz en las candidaturas autonómicas y, sobre todo, Víctor Serrano en la lista al Ayuntamiento de Zaragoza no ha sentado muy bien a las bases que empiezan a protestar con acciones internas calladas algunas de las actuaciones de sus dirigentes. Y es que en este partido en Aragón también hay familias (y mal avenidas) y el sentido común empieza a no regir en determinadas decisiones.

De puertas hacia afuera, las campañas electorales son una tregua (aunque solo aparentemente) y el día D, si los resultados son satisfactorios, todo se tapa. Pero como se tuerza la trayectoria por la decisión de los electores, unos y otros ponen de manifiesto toda la artillería y la batalla se hace más evidente. Es el día a día de los partidos políticos, donde la lucha por la permanencia, tristemente, suele ser a cara de perro.

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