Pasa agosto, como si no pasara nada, con todo lo que está pasando. No puedo dar la razón a Ciudadanos en que en agosto lo que pasa no existe. Una versión de lo que decían los amanuenses medievales, graeca non leguntur (lo que está en griego no se lee) para justificar la fuga de su Albert Rivera. No, es una irresponsabilidad de todos dejar pasar agosto, por muy el griego que nos hagamos.

Ha pasado y mucho, sobre todo el tiempo. Tiempo estéril para la palabra y el diálogo. Tanto que algunos se empeñan en darle la vuelta a la Constitución y buscarle al Rey un papel, vía artículo 99, que de ninguna manera procede. El campo a través político siempre está a salto de mata.

La nueva derecha, sin embargo, no descansa, mientras la autodenominada izquierda sestea en la irresponsabilidad. La nueva derecha, a escala mundial, continúa con su programa, un programa que supera con creces y jibariza el discurso de la extremista derecha. Todo parece una reedición de los manuales de la Escuela de las Américas.

Sin complejos, crispación, crisis, económica o de lo que sea, incendios, inseguridad ciudadana, vale todo con tal de crear el ambiente propicio.

En España, la coalición de la oposición se mantiene firme. Solamente pequeños aspavientos, pero un objetivo está claro: que no gobierne nadie que no sean ellos o el caos.

En estas, Podemos plantea una nueva propuesta, situada en el momento de la ruptura. Los segundos de Pedro Sánchez han respondido que la coalición ya no es viable. Ciertamente, leídas las cuatro opciones, no se me ocurren razones poderosas para no llegar a un acuerdo de coalición positiva, frente a la inquebrantable coalición negativa de las derechas.

Queda en el aire lo de siempre, no ha hecho mella agosto: desconfianza y Cataluña. No me creo que un acuerdo con las derechas, que han hecho de Cataluña razón de ser, y de negar el ser a los discrepantes, garantice mejor los intereses del Estado frente a lo que pueda venir. Así están las cosas.

Pablo Iglesias ha dirigido a sus bases toda la información, insistiendo en que no aceptarán el «trágala» socialista. Es curioso cómo las palabras o enferman o incluso cambian de sentido. En su origen, el trágala se lo dirigían los liberales a su oposición absolutista. Aquí, un Gobierno que pretende ser absolutamente socialista lo dirige a quien únicamente puede garantizarle un Gobierno estable y plural.

Llegado a este punto, resuenan las palabras de Juan Belmonte, mi paisano, en la pluma de Manuel Chaves Nogales, también de mi barrio. Cuando Juan tomó la alternativa en Madrid, cuenta que fue una corrida accidentadísima: «La gente había ido a la plaza con la ilusión de verme... ninguno de los toros les parecía bastante... salieron hasta 11. Echaron a uno porque era manso; a otro porque era chico, y a otro porque era grande...»

En fin, que como dijo otro de su estirpe, Rafael, <b>el Gallo</b>: «Lo que no pué ser, no pué ser y, además, es imposible».

*Analista político