Los datos son contundentes, escandalosos, innegables. No se pueden obviar. Es violencia de género. Los datos se pueden intentar tapar, ocultar. Se puede desviar la atención. Se pueden inventar estupideces como esa de la ideología de género cuya patente tienen los más ignorantes, retrógrados y fanáticos de entre los obispos españoles, una estupidez asumida y repetida por las más ignorantes, retrógradas y fanáticas fuerzas políticas, de esas que gobiernan juntas. Contra la ignorancia está el conocimiento científico. Pedirles que se pongan a estudiar, que se informen, que consulten a los expertos es perder el tiempo. Van a lo suyo. El machismo -eso que acertadamente el feminismo denomina como el patriarcado- está en su ADN, desde aquel cuento de Eva y la serpiente en el paraíso. Con la situación de la mujer en todas las sociedades avanzadas, ya no digo las no avanzadas, y en pleno Siglo XXI no se puede dejar de ser feminista, sin matices, y gritar que ya vale. No se puede dejar de luchar contra las fuerzas reaccionarias empeñadas en distorsionar la realidad y hacer como que esto es normal. Las mujeres se han puesto en marcha masivamente y los hombres también debemos hacerlo, a su lado. No detrás. A su lado. También es nuestro problema construir una sociedad igualitaria en la que se respeten los derechos de todo ser humano, en la que no haya techos de cristal y en la que no te asesinen por ser mujer. Hay que mejorar la ley si es preciso, a partir de la experiencia. Y sobre todo hay que dotarla de medios. Aquellos mismos, o más si son precisos, que sirvieron para acabar con la amenaza terrorista. Educación sí. Pero también recursos y aislar a los que niegan la evidencia y justifican el feminicidio.

*Profesor de universidad