Mientras algunos colectivos de jubilados protestan en la calle semanalmente o recorren cientos de kilómetros para llegar al Congreso y hacer visibles los inevitables conflictos de las pensiones, un sondeo del BBVA sobre el asunto afirma que un 35% de los encuestados no sabe que las pensiones se pagan con las cotizaciones de los trabajadores. O el informe está hecho manga por hombro --y con el logotipo que lo avala no es una opción plausible-- o el problema ya no es solo de la perdurabilidad o sostenibilidad del sistema, sino de la capacidad sociopolítica de los trabajadores de este país para afrontar hechos que les afectan o afectarán en un futuro --independientemente de su ideología-- y actuar en consecuencia.

Claro, que a lo mejor es más entretenido tirar de emociones viscerales pegadas a la actualidad de los líos territoriales o del mira tú cuánta gente extranjera pulula por las calles del solar patrio, siempre que hayan llegado en patera, que si aterrizan con pulsera de turoperador o desembarcan de un crucero su color de piel, de pelo y hasta el de las chancletas se contabiliza en el PIB turístico. Y eso suma, es como exportar pero sin gastos de envío.

Menos banderitas, caballos y machotes y más fijarse y preocuparse por lo que es fundamental de atender en un país que todavía lidera las tasas de desempleo en Europa, con una precariedad laboral y salarial camino de hacerse crónica y con un sistema de jubilación que debe garantizar a los de hoy --que ya lo adelantaron-- y a los de mañana --que tienen que seguir alimentándolo-- una vejez sin estrecheces.

A ver si en los nuevos tiempos que se avecinan se dedican, al menos, tantas energías en arreglar lo imperativo como las que sin duda absorberán otros asuntos. H *Periodista