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Virando a babor

Miguel Miranda

Nos queda la ciencia

Vale. Quizás no es el momento más apropiado para el debate político. Tenemos una preocupación más perentoria que es frenar al virus y hay que ser sensibles ante las llamadas a la unidad, por más que algunos se muestren tan sordos como siempre cuando se habla de solidaridad, de que no está nada bien hacer negocio con la salud, de que fue un gravísimo error privatizar hospitales públicos y recortar el personal y los medios materiales en la red pública, de que muchos queremos vivir en una sociedad en la que funcionen los mecanismos de redistribución y se trabaje por la igualdad y la justicia social. Esto, me dirán, es ideología. Pues sí, oiga, es ideología. Y mantener lo contrario también es ideología. Solo que ahora la realidad da la razón a unos más que a otros. Prefiero hablar de comprar respiradores, mascarillas y batas que de comprar armas para defenderse, no contra el virus, sino contra las presuntas víctimas del parón económico que se convertirán en ladrones, como piensan algunos en los EEUU. Y también es ideológico decir que nos queda la ciencia, la de los epidemiólogos, los virólogos.

Nos queda el conocimiento técnico de los intensivistas, de los sanitarios en general. Me fío de los políticos que toman sus decisiones al amparo del conocimiento científico. Los que defienden otra cosa, lucir un liderazgo prescindiendo de la opinión de los que verdaderamente saben, es suicida y nos ponen más en peligro a todos. Es cierto que la ciencia no tiene todas las respuestas en cada momento. Pero son los científicos los que más saben. Y por eso hay que hacerles caso y confiar en ellos. Me aburren los que inspirados no sé si por el Espíritu Santo, opinan sobre lo que había que haber hecho, a toro pasado, o de lo que hay que hacer. Hágannos un favor: cállense, por favor. Hay mucha gente que sabe mucho. A tocino rancio. *Profesor de universidad

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