Hay quien dice que la economía no empezará a ver la luz hasta el mes de septiembre, otros que el bajón seguirá una vez que empiece el fin del confinamiento, e incluso hay quien augura una gran depresión económica en todo el mundo. Habrá que ver, eso si, cuántos de los trabajadores que ahora se van a casa con los ERTE vuelven después, o cuántos autónomos continúan sus negocios, o cuántos bares y restaurantes siguen abriendo cada día. Pero en lo que sí coinciden casi todos los gurús de la economía mundial es que la crisis sanitaria que nos azota ha supuesto un acelerón en la recesión económica que estaba llegando poco a poco y que, acabe cuando acabe todo lo del virus, va a haber un cambio vertiginoso del modelo social, económico y político. Ya veremos si es a mejor o a peor. Y cuando. Solo para empezar hay quien habla de dos meses, otros de cinco y algunos hasta de 18.

La salida, sea cuando sea, no será ni de derechas ni de izquierdas. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, imploró ayer los Pactos de la Moncloa, los de la Transición de Adolfo Suárez, como fórmula para el día después, donde no caben colores políticos y donde todos deberán remar en una dirección. Es evidente porque el agujero que se está haciendo es muy grande. La hibernación de la economía española, algo a lo que se oponían con fuerza el lendakari Urkullu o el presidente aragonés, Javier Lambán, ya veremos si es la solución a la crisis sanitaria, pero desde luego cava todavía más la tumba de la economía y en especial de la aragonesa. Durante el pasado mes de marzo, se matricularon en España 38.000 coches, una ridiculez teniendo en cuenta los datos mensuales a los que estamos acostumbrados. Esto significa que la automoción es uno de los sectores más perjudicados por el coronavirus, y eso es nefasto para Aragón. Para las grandes y medianas empresas, por un lado, pero también para muchas de las pequeñas que viven de la factoría de PSA en Figueruelas. Para el conjunto de la comunidad, la automoción es la pata fundamental de la exportación. Desde la crisis del 2008, Aragón ha ido abriendo mercados en el exterior y las empresas han seguido ese modelo de venta, pero ahora no podrán hacerlo. Por eso presionaba el Gobierno aragonés para que no se parara toda la producción industrial. El cierre de fábricas provoca que no haya nada para exportar y, por lo tanto, en los países donde sigue habiendo actividad económica, si el proveedor español no les sirve el material, buscarán otro y eso cuesta recuperar.

Además, una vez que nos abran la puerta, el 26 de abril o cuando sea, la sociedad no vivirá una euforia consumista como si aquí no hubiera pasado nada. Los que mejor hayan soportado, o lo estén haciendo, esta extraña situación, se andarán con pies de plomo y pensarán que alegrías, las justas por el momento. Y los que salgan sacudidos económicamente de tanto día sin ingresar euros no estarán absolutamente para nada. La oferta se reducirá pero también la demanda. El consumo se retraerá aún más. El mundo cambiará.

Se va a producir un cambio de modelo económico. El empleo a tiempo completo se irá reduciendo aún más y el volumen de producción será menos importante que la productividad con lo que la desigualdad se disparará todavía más. A nivel empresarial, las grandes corporaciones habrán aguantado mejor la debacle y tendrán más capacidad de seguir tirando, más incluso que el Estado, es decir, que el propio capital público.

Habrá que ver qué pasa con la industria. Se ha puesto de manifiesto que el desmantelamiento industrial de España nos ha perjudicado en la crisis. Sin test, sin material protector porque no se fabrica en nuestro país, sino que se relocalizó donde la mano de obra era más barata, la lucha contra el coronavirus está siendo más complicada. En Corea del Sur, sin tanto confinamiento y sin hibernación económica, pero con test, con protección y con avances tecnológicos, han podido frenar mejor la pandemia. Ahora se abrirá el debate si hay que volver a esa producción en España. Estos días se está demostrando que se puede hacer aquí también de todo.

Todo esto tiene que suponer un cambio social que arrastrará otro político. Ahora es momento de unión, de ir todos en la misma dirección, de buscar esa salida sanitaria, primero, y económica después, sin mirar a los lados ni a las siglas. Pero una vez encarrilado, veremos todos que todo no puede seguir igual. O no debe. Habrá que pensar en la España de dentro de dos décadas y está claro que, tal como vamos, ni lo arreglan los actuales partidos políticos, ni clubs como el de la Unión Europea. El nuevo modelo económico requerirá otro modelo político.

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