El 28 de enero se produjo un ligero hundimiento de parte del techo de la primera planta. A partir de ahí, se iba a solucionar rápidamente, podría aprovecharse para remodelar la plaza Salamero, el coste de la reparación no era muy alto… Y en esto llega el virus, el confinamiento y con él la paralización total.

Estrenamos julio con un estudio que dice que hay tres pilares dañados, que la reparación es costosa, muy costosa, que hay que quitar tierra de la zona ajardinada porque pesa mucho, que hay que apuntalar las tres plantas…

Vamos a ver. Repasemos la situación. Hace aproximadamente 50 años se construye el primer aparcamiento subterráneo de Zaragoza y se ajardina una parte de la plaza sobre un aparte del aparcamiento. No hay impermeabilización (hay que suponer que mediante tela asfáltica) que aguante tanto años en perfecto estado. Por otra parte, se incorporó aproximadamente un metro de tierra para ajardinar en parte la plaza y plantar árboles. Si observamos la plaza, veremos que dichos árboles no son de gran porte, principalmente porque no tienen tierra suficiente. Tres sí que lo son, presumiblemente porque se encuentran fuera del perímetro del aparcamiento subterráneo. Las raíces de los árboles, por su parte, suelen hacer estragos en su lucha incesante por encontrar nutrientes y agua, adentrándose en cualquier rendija y capaces de romper tuberías, levantar aceras, romper muros, etc.

En consecuencia, la existencia de una zona ajardinada regada regularmente (incluso una fuente) y la existencia de árboles durante casi 50 años, ha debido producir, sin ninguna duda, filtraciones durante mucho tiempo que han ido perjudicando la estructura de hormigón armado que se encuentra debajo.

Como no hemos tenido acceso al interior, vamos a especular. Si hay tres pilares dañados y se ha producido un ligero descenso del forjado, eso quiere decir que esos tres pilares tienen comprometida su estabilidad, que se están chafando, para entendernos. Por eso se han apuntalado hasta tierra firme.

En principio, cualquier estructura de hormigón puede reforzarse, a no ser que se encuentre muy próxima al colapso. El problema no parece radicar aquí. El problema es que hay que impermeabilizar de nuevo el aparcamiento. Y es casi imposible si no se retira todo lo que hay encima. Pavimento, tierra y árboles. Árboles que al ser de pequeño porte, podrían ser replantados. El siguiente problema es que al cabo de los años, volverá a producirse el problema.

Por consiguiente, hay que encontrar la fórmula que compatibilice conservar el arbolado (aunque sea trasplantado) con una impermeabilización que pueda ser conservada a lo lago de los años.

A partir de aquí, surgen múltiples preguntas. ¿El edificio enterrado es municipal? ¿A quién le corresponde el mantenimiento? ¿Quién tiene que costear las obras? ¿Puede pedir indemnización la empresa concesionaria?

Nuestro deseo como ciudadanos de que la reparación sea rápida y la plaza pueda volver a ser usada parece que tienen pocas probabilidades de cumplirse. Plaza peatonal, para el ciudadano, para recuperar el espacio urbano.

Y no olvidemos que la plaza de San Francisco tiene árboles también encima del aparcamiento.

Una plaza que se encontraba en medio de la Morería, la plaza la Alhóndiga, junto a la calle Azoque (del Zoco) rodeada por un entramado de callejuelas que en os años 40 se rompió, dando lugar al edificio de La Adriática, el del antiguo Banco de Aragón y los de las Escuelas Pías, con la iglesia de la Mantería, empequeñecida y acomplejada, como recuerdo. Se derribó el arco de San Roque para ampliar la calle Teniente Coronel Valenzuela y la casa de la familia Goya en Zaragoza. Plaza de Santa Fe, luego del Carbón y ahora de Miguel Salamero, defensor de Zaragoza. En los años 60-70 sufrió otra remodelación (plan especial de reforma interior de San Ildefonso, antiguo nombre de la iglesia de Santiago), que dio lugar al rascacielos (otro edificio singular) que acompleja a la iglesia y que no supo crear un espacio adecuado frente a ella. La entonces denominada Vía Imperial acabó de dar la puntilla al sector, aunque la presión vecinal impidió el derribo del Mercado Central. No hay que olvidar que los blindados solo podían cruzar el Ebro por el puente de Santiago. Paree ser que el Estado, propietario del convento de Santa Fe, cedió el solar que ocupaba al ayuntamiento con la condición de que fuera zona ajardinada. Plaza que en los años 60 y 70 se llenaba de corrillos donde todo se compraba y vendía todo se regateaba, retales del tiempo y vivencias infinitas difíciles de olvidar.

Plaza viva, en suma, que se merece un buen diseño, quizás un concurso de ideas en el que el jurado deberían ser sus usuarios.