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El artículo del día

Santiago Molina

¿Un ministerio español de la verdad?

Hay que vigilar y denunciar todas las decisiones que sobrepasen los límites de la decencia ética

En los últimos días la práctica totalidad de los periódicos españoles han publicado artículos en los que el propósito de sus autores era demostrar la coincidencia total y absoluta entre la estructura, los objetivos y el funcionamiento de la comisión para el control de la desinformación, creada por el actual Gobierno, y el ministerio de la verdad que describe Orwell en su novela titulada 1984. Lo más sorprendente de esos artículos es que sus autores no han mostrado el contenido de ambos textos, bien porque entienden que los lectores los conocen sobradamente, o bien porque han intentado ocultarlos de manera consciente para evitar que cada lector piense por sí mismo. Honestamente, considero que para saber si existe esa coincidencia solo hay un procedimiento válido: comparar las características y los objetivos de ambas estructuras políticas.

Según Orwell, los funcionarios del Ministerio de la Verdad (la Policía del pensamiento) tienen por objeto ocuparse de las noticias con el objetivo de que los periodistas no publiquen cosas que vayan en contra de la verdad, entendida tal y como la entienden los miembros del Gobierno. De ahí que la principal labor de esos funcionarios sea la elaboración de listas de periódicos que difunden noticias contrarias a los intereses del Gobierno y de libros que relatan hechos históricos contrarios a la única verdad posible (la que decreta el Gobierno). Para ello, creó una nueva lengua con el propósito de reducir el pensamiento propio e independiente, ya que la ortodoxia equivale a no pensar, a no tener necesidad de pensar. O dicho con otras palabras: la ortodoxia es la inconsciencia. Dado que los niños pertenecen al Gobierno, se procurará que nazcan a través de la inseminación artificial y se educarán solo en instituciones públicas que respeten estos principios fundamentales: la ignorancia es la fuerza, la libertad es la esclavitud y la guerra es la paz. Unas instituciones públicas en las que los libros de texto sean escritos por los policías del pensamiento y supervisados por el comité dirigente del Ministerio de la Verdad. Un ejemplo de cómo deben ser esos libros de texto lo ofrece Orwell en las páginas 91-92 (a pesar de su enorme interés, no copio aquí el contenido por falta de espacio).

No conviene olvidar que esa novela fue escrita en el año 1948, recién acabada la segunda guerra mundial, cuando estaban en pleno apogeo las terroríficas purgas de Stalin en la Unión Soviética contra los que entonces llamaban disidentes. De hecho, todos los exégetas de esa obra coinciden en afirmar que es un alegato contra la deriva autoritaria del régimen soviético. Por tanto, es en ese contexto histórico en el que hay que interpretarla.

En cambio, la Orden PCM/ 1030 de 30 de octubre, en la que se describe el procedimiento de actuación contra la desinformación, aprobado previamente por el Consejo de Seguridad Nacional, ha sido publicada en el Boletín Oficial del Estado del día 5 de noviembre de 2020. Según los redactores de esta orden ministerial, el contexto histórico que la motiva es el predominio de las noticias falsas (fake news) que pululan sin control por las redes sociales, siendo por tanto necesario acabar con ellas. El problema es quién determina lo que es desinformación y qué es una noticia falsa. Como en dicha orden ministerial no se hacen esas disquisiciones teóricas, todo queda en manos de quienes van a dirigir dicha Comisión de la Verdad.

Veamos a continuación cuáles son algunos de los objetivos de esta comisión: actuar contra la desinformación; examinar el pluralismo en los medios de comunicación y, por tanto, vigilar la desinformación de manera coherente, considerando la necesidad de examinar los medios que se utilizan para interferir en los sistemas democráticos. A la vista del párrafo anterior, resulta evidente que, tal y como aseguraba Orwell, una de las funciones prioritarias de esta neolengua es embarullar el texto para que parezca que dice algo sin en realidad decir nada concreto. En esta norma legal no se dice nada acerca de las penas que recaerán sobre los medios de comunicación que los vigilantes y censores (o dicho en términos orwellianos: los policías del pensamiento) determinen que no respetan los estándares de veracidad establecidos por esos funcionarios. Sin embargo, si se analiza lo que dijo el general José Manuel Santiago (Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil) en el mes de marzo, queda bastante claro que todas aquellas noticias que critiquen al Gobierno en las redes sociales entrarán en la categoría de desinformación.

Como es lógico, la ministra de Asuntos Exteriores ha dado una respuesta mucho más sutil que ese general: «La principal función de esa comisión es limitar que se puedan vehicular falsedades a través de radios, televisiones y plataformas digitales». ¿Quién define lo que son falsedades? Si se comparan ambos textos hay que reconocer que la comisión creada al amparo de esa orden ministerial no es semejante al Ministerio de la Verdad desde un punto de vista existencial, aunque sí lo es desde un punto de vista esencial y finalista. O dicho de otro modo. Pienso que, en sentido estricto, la estructura creada por el actual Gobierno español es equivalente en potencia a la diseñada por Orwell y, por tanto, en cualquier momento puede transformarse en un Ministerio de la Verdad. Por ello, entiendo que la única manera de evitar que triunfen las ideas totalitarias que subyacen en la creación de ese peligroso engendro, es estar muy vigilantes y denunciar todas y cada una de las decisiones que sobrepasen los más elementales límites de la decencia ética y democrática, tanto si las justifican apoyándose en la situación excepcional de pandemia que padecemos, como si el pretexto es limitar los enormes poderes de las grandes multinacionales que controlan las principales redes sociales.

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