«Lo que el pueblo español necesita es cobrar más confianza en sí, aprender a pensar y sentir por sí mismo y no por delegación, y sobre todo, tener un sentimiento y un ideal propios acerca de la vida y de su valor». Azorín define así que el problema de España es su débil autoestima.

Quiero de esta forma llamar la atención sobre cómo percibimos la forma de convivencia que nos estamos dando. Es muy posible que, en buena medida, andemos tan dispersos que ni siquiera seamos capaces de entender el concepto de confluencia de intereses como base de una sociedad comprometida en sus objetivos.

El debate de ideas es una fórmula enriquecedora destinada por encontrar la mejor solución para todos, si fuese posible, o para la gran mayoría, cualquier otro propósito no es el instrumento adecuado, solo significa la polarización de la sociedad con el riesgo de ruptura de esta.

Desde esta perspectiva, y teniendo muy presente el momento que estamos viviendo, nos hemos propuesto que una desgracia natural como la pandemia del covid-19 sea la mejor oportunidad que se nos ofrece para eliminar al contrario; y es de tal tamaño el despropósito, que será difícil encontrar algo semejante en la historia de la humanidad.

Basándome en esto quiero incidir en algunas de las situaciones en las que nos encontramos y que pueden permitirnos reflexionar sobre cómo estamos gestionando nuestra forma de vida, que nos lleva incluso a poner en entredicho el modelo democrático, y no olvidemos que aún no siendo perfecto, es el mejor que podemos darnos; lo decía Azaña en 1923: «Sí, sabemos que las Cortes servían de poco, pero ese poco era lo que nos separaba de la vergonzosa dictadura».

Como mencionaba en el punto anterior, una de las más penosas situaciones es toparnos con una prórroga tras otra de los Presupuestos Generales del Estado, aprobados en 2018 siendo presidente Mariano Rajoy y ministro de Hacienda Cristóbal Montoro, es decir, que llevamos sin presupuestos dos años; y la pregunta es: ¿a quién perjudica esto?, siendo La respuesta muy sencilla, a todos y cada uno de los españoles que con el dinero que aportamos a las arcas públicas no podemos recibir respuesta a nuestras necesidades. Quizás los políticos entiendan que esa es un arma que debilita al contrario, nada más alejado de la realidad: incide en el ciudadano, en las empresas, en las instituciones y en el país entero, por eso cuando se plantea llevar a cabo la aprobación del destino de nuestros impuestos, los diferentes partidos que nos representan deberían partir de una posición de egoísmo para con sus votantes, e intentar incorporar en ellos aquellas pautas que aportasen el mejor valor, de esa forma, serían unos presupuestos que gozarían de la mayor aceptación por todos, dicho de otra manera, los que mejor representarían los intereses de la sociedad.

Otra de las situaciones es sobre cómo se debe entender el uso de la Constitución. Hay quienes consideran que es una figura inamovible, que tocar una coma de ella es un flagrante delito y por el contrario otros andarían trastocándola casi a diario. Debemos entender que si hay una Constitución es porque existe una sociedad que debe tener una forma con la que convivir, y que cuando, por su propia evolución, ya no la representa se cambia adecuándola a los nuevos tiempos. Ahora, a causa de cómo parece fue la conducta del anterior rey, estamos en la discusión: monarquía o república, y desde mi posición republicana, como ya he dicho en diferentes ocasiones, en estos momentos España tiene mayores preocupaciones que eso. Este artículo al final irá de frases, pero lo creo necesario para entender cómo son las cosas; Jean-Jacques Rousseau, se pronunciaba al respecto de la siguiente manera: «Toda soberanía legítima es siempre republicana, es decir, guiada por la voluntad popular (aunque el gobierno pueda ser monárquico)». Parece que nos definió, no en cuanto al Gobierno, por supuesto, si no por la Jefatura del Estado. Adecuemos la Constitución a la nueva sociedad, de verdad que no estaremos matando al padre.

En definitiva, esto es simplemente un artículo y no lo voy a convertir en un inventario de males que nos aquejan. Procuremos que nuestros esfuerzos se conduzcan y se aprovechen; que nuestras vidas sean lo mas adecuadas a un desarrollo positivo para todos, pues formamos parte del mismo conjunto y cuando algo falla no dudemos que nos afecta por igual. Nada sobra excepto la mala fe y el egoísmo desenfrenado. Que la pandemia que nos ataca sea solo el frente único con el que debemos luchar y nunca aliada de nadie