El envío de sendas misivas al Rey por militares retirados ha creado un sobresalto político. La primera, con 73 firmantes, sostiene que el Gobierno, apoyado por «filoetarras e independentistas», amenaza «la Unidad Nacional» y que tal temor anida en «la mayoría de los españoles». La segunda, una declaración de militares retirados ante la situación actual de España, con más de 400 adhesiones, afirma que el Ejecutivo es un «grave riesgo para la democracia», amenaza a «la unidad de España» e impone «un pensamiento único». En general, la clase política ha censurado estas iniciativas, Vox ha aludido a sus firmantes como «nuestra gente» y el monarca guarda silencio.

¿Cómo interpretar el episodio? Desde nuestra óptica, refleja una encrucijada entre pasado y presente por el afán de los exmilitares de recurrir al Rey con fines políticos y el de Vox de erigirse en «brazo político de la milicia, como han hecho históricamente las formaciones de ultraderecha. Veamos ambos aspectos.

Durante el siglo XIX, el Ejército adquirió un rol arbitral al cambiar gobiernos con pronunciamientos y golpes de Estado hasta que uno de ellos, en 1874, entronizó a Alfonso XII y alumbró el sistema de la Restauración. Este régimen tuvo estabilidad política al enviar a los militares a sus cuarteles, aunque permanecieron en el Gobierno y las Cortes. Una Constitución aprobada en 1876 otorgó al monarca poderes amplios y le convirtió en Rey-soldado, al detentar el mando del Ejército. Sin embargo, con la derrota de 1898 volvió la intrusión militar en la vida civil, ahora dirigida contra nuevos enemigos (obrerismo y «separatismo») y los políticos, juzgados responsables del «desastre».

En este marco, Alfonso XIII (que reinó desde 1902) hizo del Ejército su dominio reservado e impidió que el Gobierno lo dirigiese. Ello alentó la autonomía militar y las facciones castrenses de la época presionaron a los ejecutivos con declaraciones a la prensa y transmitiendo directamente sus opiniones al Rey para que actuara.

Esta pauta militarista perduró y en 1943 Franco (un soldado-Rey) recibió la carta de ocho generales pidiéndole que restaurase la monarquía. Y aún en 1976 un grupo de mandos (que incluyó a los ministros militares) hizo llegar a Juan Carlos I una misiva para reorientar el Gobierno de Carlos Arias en sentido autoritario. Se la entregó el general Fernando de Santiago y, según el historiador Javier Tusell, el Rey le «disciplinó (…) situándole en sus competencias». En suma, los exmilitares que han escrito a Felipe VI como mando castrense supremo o Rey-soldado (obviando la ley de 1984, que asigna al Gobierno la dirección del Ejército) han recurrido a un viejo mecanismo de presión.

Mirando al pasado

En cuanto a la extrema derecha española, en el siglo XX esta se conformó en gran medida como partido militar. Así, cuando en 1918 irrumpió en Barcelona la Liga Patriótica Española (LPE) la animaron oficiales de la guarnición local. Estos también impulsaron al grupo fascista La Traza, surgido al calor de la marcha sobre Roma de Mussolini en octubre de 1922. En los años 30, el líder del Partido Nacionalista Español, José María Albiñana , afirmó que el Rey encarnaba «la más alta representación del Ejército, que es el pueblo». Y José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, aludió al Ejército como «salvaguardia de lo permanente». Ya en la Transición, el partido Fuerza Nueva (con un escaño entre 1979 y 1982) tuvo un estrecho vínculo con el involucionismo castrense y su líder, Blas Piñar , deseó «que un sentido militar atraviese y transpire nuestra vida». El cultivo que hoy hace Vox del universo castrense ultrapatriota enlaza con esta tradición. De ahí que su mensaje coincida con el de las cartas de los exmilitares.

La difusión de estas últimas, en síntesis, refleja cómo dinámicas del siglo XX (el recurso castrense al Rey-soldado y la acción de la ultraderecha como partido militar) se adaptan al XXI: el fin de las misivas al monarca ya no es que este actúe en consonancia, sino marcar la agenda política, lo que solo puede beneficiar a Vox. El ruido de sables se ha transformado ahora en ruido en las redes.